El clima influye en la escorrentía fluvial. Condiciona la totalidad del caudal anual, su régimen a lo largo de los meses, su caudal relativo o escorrentía por kilómetro cuadrado y su irregularidad, el cociente entre los meses de mayor y menor caudal. Hay otros factores, pero sin duda el clima es el principal. Los caudales van a reflejar la estacionalidad de las lluvias y al mismo tiempo el efecto de las temperaturas, como elemento conductor de la evaporación. En un viaje global por los climas y los ríos del mundo, el Congo, el gran río africano refleja una reducida irregularidad. La temperatura siempre elevada no varía a lo largo del año y las lluvias ecuatoriales son igualmente regulares. Por su parte, el Níger, el gran río del África occidental, alcanza una irregularidad por encima de 10, fruto del contraste tropical entre estación seca y húmeda. Dicho contraste es mayor en los climas monzónicos, como muestra la irregularidad de 15 alcanzada por el río Mekong. Un río, el Nilo, refleja muy bien este tipo de contrastes. Khartoum, la capital sudanesa, se localiza en la unión del Nilo Azul y el Nilo Blanco. El Nilo Azul nace en Etiopía y muestra una influencia tropical, con una irregularidad que roza el cociente 40. Por su parte el Nilo Blanco nace en la región de los Lagos Ecuatoriales y su irregularidad se queda en apenas un cociente de 2,20. Los ríos mediterráneos incrementan la irregularidad, suavizada, sin embargo, por los numerosos embalses. Así, el Ebro se queda en 3,36. Los ríos oceánicos son de los más regulares: el 1,73 del Rhin viene dado por la ligera caída de las lluvias estivales coincidiendo con la mayor evaporación. Un valor ínfimo comparado con los 14,41 del Yenisei, en una Siberia de clima continental contrastado en su comportamiento térmico y pluviométrico.

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