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Dos formas de entender el PSOE

Si mañana se celebrasen elecciones autonómicas en la Comunitat Valenciana, lo más probable sería que la presidenta de la Generalitat surgida de esos comicios se llamase Mónica Oltra. La dirigente de Compromís se presentaría coaligada con Podemos, como ya sucedió en las elecciones generales de diciembre, y quizás también con EU, como en las que nos esperan en junio. Como en diciembre, y también como en junio „parece claro„, esa coalición obtendría más votos y escaños que el PSPV.

Dado el estado catatónico en el que se encuentra el PP valenciano, así como un primer año de Gobierno bipartito razonablemente positivo (más que por sus realizaciones, por «no ser el PP»), lo más probable es que ese sorpasso se diera en un contexto de mayoría global de izquierdas. De manera que se invertirían los términos de la actual alianza y posiblemente continuaría el Gobierno bipartito, pero con Mónica Oltra en la presidencia.

A menos, claro, que el PSPV optase por no pactar. La situación del socio minoritario siempre es peligrosa en España; lo normal es que los electores acaben dando la espalda al pequeño y arrojándose en los brazos del grande. Eso lo saben bien PP y PSOE, que durante décadas se han «aprovechado» de su mayor tamaño para absorber votantes, militantes, dirigentes „y, a menudo, directamente, partidos enteros„ provenientes de sus socios minoritarios. Pactar siendo el pequeño es muy arriesgado. Pero negarse a pactar quizás resulte aún peor, en el contexto actual.

El PSOE tiene un enorme problema, y ese problema se ubica en la izquierda. No hay más que analizar la composición del Parlamento recién disuelto, o de las Corts Valencianes, para verlo: la mayoría de los votantes que ha perdido el PP se han ido a la abstención o a Ciudadanos. La mayoría de los que ha perdido el PSOE están en Podemos. El pacto PSOE - Ciudadanos, en ese contexto, puede que gustase mucho a las clases dirigentes, pero sin duda no entusiasmó tanto a los votantes (ni de Ciudadanos, ni del PSOE), por mucho que Sánchez lograse un aval de la militancia con un referéndum ad hoc, al modo búlgaro, para refrendarlo.

La estrategia del PSOE de hacer como si no se hubieran producido las elecciones de diciembre, ni las de mayo, implica ubicarse fuera de la realidad. El PSOE, hoy, gobierna (donde gobierna) con el apoyo de otros partidos de izquierda, sobre todo de Podemos. En mayo recuperó varias comunidades autónomas y muchos ayuntamientos gracias a ello. Y su única posibilidad de recuperar La Moncloa pasa también por ahí.

La composición de la izquierda ha cambiado, y Ximo Puig, que gobierna con sólo un 20 % de los votos, merced al apoyo de un 29 % adicional, lo sabe muy bien. Para ser mayoritaria, la izquierda ha de entenderse. Por eso, tiene todo el sentido que el PSPV pacte con Compromís y Podemos para presentarse coaligados (o con un pacto tácito) al Senado; el del Senado es el sistema soñado por el PP actual. Un modelo que privilegia a las provincias menos pobladas y el voto rural (todas las provincias tienen cuatro senadores), y que permite que un partido (el PP) con el 28 % de los votos en el Congreso obtuviera una holgada mayoría absoluta en el Senado.

Este es un sistema que también le venía bien al PSPV? Cuando el PSPV era también mayoritario. Incluso aunque el PP sacase nueve senadores. Mientras el PSPV lograse los otros tres, la situación se mantenía bajo control. Pero eso se ha acabado. El PSPV sólo consiguió dos senadores en diciembre, y ahora, tras el posible pacto de Compromís-Podemos con EU, se arriesga a perderlos también. Por eso, la propuesta de pacto, que proviene del propio Ximo Puig, no sólo es inteligente en términos de maximizar el voto de la izquierda; también lo es para impedir la escenificación de un mayor hundimiento del PSPV.

Viendo cómo se está planteando la campaña electoral y las nuevas elecciones, parece difícil que el PSOE mejore su ya horrendo resultado de diciembre. Y si el PSOE baja más, no es aventurado pensar que Pedro Sánchez esta vez lo tendrá muy difícil para sobrevivir a la noche electoral. Ximo Puig hace muy bien al no querer llevar a los socialistas valencianos por esa senda. Entre otros muchos factores, porque para revalidar su mandato dentro de tres años es imprescindible „como hasta ahora„ mostrar capacidad de liderazgo y alcanzar acuerdos con las diversas formaciones de izquierdas, en lugar de ignorarlas o enfrentarse con ellas.

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