Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Que les den por el bulo

Cuando no existían Twitter ni similares, los graciosos a tres turnos se divertían tirando petardos al paso de la gente, o soltando pedorretas en mitad de la película (además de pasarse toda la proyección soltando chorradas a voz en grito jaleados por sus secuaces, pero eso sigue ocurriendo impunemente) o ensuciando puertas y paredes con pintadas soeces o amenazantes.

¿Son imaginaciones mías o gracias a Twitter y similares hay menos paredes pintadas y menos puertas de los servicios públicos pintarrajeadas? ¿Son las redes sociales una herramienta eficacísima para mantener más limpios los espacios comunes? Quién sabe. Lo único cierto es que, además de ser una olla a presión en la que cualquier hijo de vecino puede soltar lo que le venga en gana y sentirse el gallo del corral, las redes también albergan a gentuza que confunde el bulo con las témporas y se dedica a matar famosos como quien se tira un eructo. Porque disfrutan hiriendo.

La última víctima ha sido Mario Vargas Llosa, a quien un suplantador (¿Tommaso DeBenedetti?) de su editorial ha dado por fallecido. Ni los más acérrimos defensores del humor negro deberían salir a proteger esta broma infame que procede del estercolero virtual. Y como este tipo de patrañas que buscan dañar por un enfermizo sentido del placer pueden hacer y hacen mucho daño (imaginen a los amigos, seguidores y seres queridos del personaje en cuestión enterándose de la mentira antes de llegar el desmentido), la ley debería ser contundente con quien se ampara en el cobarde anonimato para reírse y sacar pecho entre sus amistades si es que alguien así puede tener amigos dignos de tal nombre. Al que ha matado a Vargas Llosa y a los que hicieron lo mismo con otros famosos sólo cabe dedicarles seis palabras: que les den por el bulo.

Compartir el artículo

stats