El pasado lunes, día 9, la abundante nubosidad que cubría la mayor parte de la Península impidió a mucha gente observar el tránsito de Mercurio, es decir, el paso de este pequeño planeta por delante del Sol, fenómeno que no se repetirá hasta noviembre de 2019. Mercurio y Venus son los dos únicos planetas que transitan por delante del Sol, ya que el resto se halla más lejos del astro rey que la Tierra, por lo que desde nuestra perspectiva es imposible que pasen por delante de él. Cuando coinciden en la misma dirección del cielo siempre están detrás del Sol, mientras que Mercurio y Venus, al hallarse más cerca, sí que pueden cruzar por delante del disco solar. Sus tránsitos, aunque no llegan a la magnificencia de un eclipse, constituyen un acontecimiento espectacular que siempre ha atraído a los astrónomos. De hecho, las dificultades para observar el tránsito de Mercurio del pasado lunes evocaron las epopeyas de algunos astrónomos a lo largo de la historia. Una de las más famosas es la del francés Guillermo Le Gentil, quien en el siglo XVIII viajó hasta Pondicherry, en India, para observar el tránsito de Venus del año 1761. La guerra que libraban en aquella época Francia e Inglaterra en dicha zona de Asia le impidió conseguir su propósito y estuvo a punto de costarle la vida, pero sabedor de que ocho años más tarde se repetiría el fenómeno decidió no regresar a Francia y planificar con tiempo una segunda oportunidad. Aunque viajó a Filipinas para hacerlo desde allí, no fue muy bien recibido y optó por volver a Pondicherry, llegándose a construir en este lugar de India un pequeño observatorio en el que organizó minuciosamente el estudio del siguiente tránsito. Llegado el día, el 3 de junio de 1769, tras un tiempo excelente en vísperas del acontecimiento, las nubes taparon el cielo por completo y le negaron su visión. Desolado, decidió finalmente volver a su tierra natal ignorante de que a su llegada le esperaban los peores momentos de su vida: debido a su larga ausencia y a que su correspondencia se había perdido en el camino, en Francia le habían dado por muerto, adjudicando a otra persona su plaza en la Academia de Ciencias de París. Su esposa, al creer que había fallecido, contrajo matrimonio con otro hombre. Pese a todas estas desdichas, Le Gentil logró rehacer su vida y se casó de nuevo años después con otra mujer, con la que tuvo una hija. En los años siguientes continuó su labor como astrónomo en el Observatorio de París y disfrutó de una vida familiar estable, pero nunca pudo observar Venus en uno de sus tránsitos, porque el siguiente no iba a ocurrir hasta 1874, 105 años después.

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