Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Las diaconisas son una institución creada por los Apóstoles

Con la que le está cayendo, asediado por una tropa de cardenales y obispos déspotas, autoritarios, ultramontanos y faltos de fe en lo que es la Iglesia del Evangelio y atrincherados en sus comodidades, el Papa Francisco ha tenido la valentía de reclamar para la mujer dignidad dentro de ella, reivindicando el que sean elevadas al diaconado. Con este paso, muy valiente, viendo los elementos que se arrastran por las dependencias vaticanas no creo que dure mucho en el cargo, pienso que pronto se lo van a hacer, a no ser que el Espíritu Santo no se deje atrapar y maniatar por ellos.

El Cardenal Prefecto para la Doctrina de la Fe, Gerhard Ludwig Müller, quien estuvo hace pocos días en Valencia, ya le ha plantado cara al Papa Francisco, la Iglesia Católica no puede admitir a las mujeres al sacramento del orden en el grado del diaconado, y recordó que «es del todo imposible que el Papa intervenga en la sustancia de los sacramentos». No inventa nada nuevo el Papa, ni hay de qué escandalizarse. La Iglesia a lo largo de su historia ha tenido diaconisas. En el Concilio de Laodicea reciben el nombre de presbytides. La origen de la institución es apostólica. San Pablo, en su Carta a los Romanos (16,1) les recomienda a Febé, diakinon de Cencreas. En I Tim 3,11 se habla de diaconisas. Plinio el Joven en su carta a Trajano habla de haber sido sometidas a tortura a dos diaconisas. Cuando aparece el término diácono en griego en los textos bíblicos es parea designar el oficio sin distinción de sexo. Diácono significa servidor o ministro de un señor o semejantes. Designa el que desempeña determinado oficio en la Iglesia, entre ellas las administrativas o benéficas. En la actualidad, pueden predicar y casar, presidir entierros, bendecir, oficiar los sacramentales. Menos consagrar en la Misa, reservado a los presbíteros.

En la Iglesia primitiva hay oraciones de bendición de diaconisas y privilegios de las mismas. En los concilios hasta el siglo IV hay abundantes disposiciones sobre ellas, que aparecen también la Didascalia y en las Constituciones Apostólicas. San Ignacio Mártir, San Jerónimo, San Epifanio,€ dan cuenta de la existencia de diaconisas. El propio san Epifanio (Haeres.,7, 9,3) fue entre otros motivos «para proveer a la honestidad del sexo femenino».

Una de las funciones de las diaconisas era, entre otras funciones, instruir y bautizar a las mujeres, ayudar a los ministros cuando bautizaban a las mujeres por inmersión, guardar los espacios reservados a mujeres, guardar las puertas de la iglesia, guardar el orden en los templos y actos de culto, cuidar de pobres y enfermos, repartir limosnas entre los necesitados, visitar a los presos en las cárceles, suplir a los clérigos, dar la comunión a las mujeres, y transmitir las órdenes de los obispos. Para ser diaconisa se requería tener una edad mínima de 60 años, el Concilio de Calcedonia rebajó la edad a los 40 años, tras un serio examen. Tenían que ser vírgenes o viudas hasta que el Concilio de Cartago dispuso que también las casadas o solteras.

Las diaconisas existieron en la Iglesia hasta el siglo XI en la Iglesia occidental. El machismo en la Iglesia al final se impuso, en detrimento de lo evangélico y la mujer fue siendo relegada en todo. Se instaló el criterio de la mujer como causa de pecado. Los hombres no quisieron que las mujeres tuvieran poder en la Iglesia. Y en los seminarios se crió a los futuros sacerdotes para ser gallos en el gallinero, los únicos con mando, el gran defecto de la clerecía convertirse en ordenadores dejando de ser servidores. Hoy son muchas las mujeres, religiosas, monjas, mujeres de vida consagrada que hacen las veces de presbítero, de diaconisas, sin serlo, sobre todo en tierras de misión y ya en muchas Diócesis de todo el mundo sin sacerdotes, pero la Iglesia sigue sin reconocerlas oficialmente, se resiste a convertir de iure lo que es una realidad de facto. El Papa Francisco ha abierto el camino a la mujer, la que tiene la dignidad también de la filiación divina, de ser hija de Dios, con los mismos derechos que el hombre y con más méritos en muchos casos que él, pues ellas son las principales usuarias de la Iglesia.

Compartir el artículo

stats