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Julio Monreal

La manera valenciana de hacer política

La manera de hacer las cosas «a la valenciana» está causando furor, despertando admiración. Y eso es novedad en un panorama público que hasta ahora sólo se fijaba en esta tierra de casi cinco millones de habitantes para subrayar todo lo malo que podía representar una sociedad.

Durante las negociaciones (fallidas) para alcanzar un acuerdo de gobierno entre fuerzas de izquierda y llevar a Pedro Sánchez a la Moncloa se empleó hasta el hastío en los cenáculos y las pantallas de la villa y corte que hoy celebra a su patrón la fórmula del

«pacto a la valenciana». El problema era que la traslación del susodicho tratado, el del Botànic, a la Pradera de San Isidro ni daba votos suficientes para la investidura ni reflejaba la realidad de este litoral mediterráneo, donde Podemos no está en el Consell porque nunca quiso comprometerse hasta ese punto.

Pese a todo, la muletilla mediática acabó gustando. Tanto que la coalición de izquierdistas y nacionalistas que se presentará al Congreso de los Diputados con candidatos de Compromís, Podemos y Esquerra Unida ha decidido adoptar el apellido de «A la valenciana». Como la marca ya estaba acuñada no tendrán que gastar mucho en darla a conocer.

La tercera y hasta el momento más reciente apelación al territorio para definir una manera de hacer política corresponde al presidente Ximo Puig, quien ayer mismo justificaba su ausencia en Madrid durante el acto de proclamación de Pedro Sánchez como candidato socialista a la Moncloa, señalando que su «agenda valenciana» tiene prioridad sobre todas las cosas y participar en la fiesta de la Primavera Educativa era para él más importante que un acto de partido, por destacado que fuera este.

Todo se ha roto ya entre el líder socialista valenciano y el aspirante de su partido a la Moncloa. Y puede que también se haya abierto una fisura determinante en sus relaciones con la lideresa andaluza Susana Díaz.

Puig no tiene aspiraciones en la organización, pero quiere estar en la mesa en la que se deciden los asuntos. Tras la salida de Rubalcaba, no dudó en aliarse con la hoy presidenta de Andalucía para buscar a un candidato de transición que impidiera la victoria de Eduardo Madina. Pedro Sánchez, a quien ni el valenciano ni la andaluza quieren hoy, fue aquel instrumento. Madina era y es, según sus detractores, más Rubalcaba, más centralización, menor reconocimiento a los territorios periféricos en beneficio de una opción fuerte y española que haga frente al PP. El problema es que esa fórmula ha saltado por los aires. Ya no están solos, y los nuevos se los están comiendo por los pies.

Puig tiene un plan. Tiene un nuevo Estado en la cabeza, y esa nueva configuración no es centralista sino federal; es de reconocimiento de derechos de los pueblos y de su diversidad cultural, es de gobiernos de coalición porque en los próximos años ningún partido obtendrá más del 30 % de los votos. Y de todo ello piensa hablar el presidente valenciano en su importante conferencia de este miércoles en Barcelona, donde Puig lanzará otro mensaje de unidad desde el respeto a la diferencia, otro SOS al pueblo y a las instituciones de Cataluña para que no rompan, porque hay modelos de relación distintos a los que defiende el PP de Rajoy.

Pero ese modelo no es sólo federal, es también de izquierdas. Y por eso ha defendido contra todos su coalición con Compromís, Podemos y EU para el Senado. Fortalecer el Consell en tiempos de tribulación y mantener representación socialista valenciana en el Senado, recortando puestos al PP, eran sus objetivos. El problema es que Podemos se comporta de forma chulesca con el PSOE, y ni Pedro Sánchez, ni Susana Díaz (que gobierna en Andalucía con Ciudadanos) ni personas tan próximas a Puig como Joan Lerma ven con buenos ojos el abrazo electoral con quienes buscar tu ruina por sustitución. Es una trampa sin salida. Están obligados a seguir siendo de izquierdas a sabiendas de que los morados les adelantarán y ningunearán.

Susana Díaz proclamaba ayer que el PSOE no debe conformarse con ser segundo, pero en las pasadas elecciones, y seguramente también en las del 26 de junio, el puño y la rosa quedaron y quedarán en tercer y en cuarto lugar en muchas demarcaciones. Si Pedro Sánchez no logra ser presidente del Gobierno tendrá que dejar la secretaría general del PSOE, y llegará Susana Díaz, quien de momento defiende un partido como el de Madina que quiso evitar. Pero esa no es la idea de Puig. Por eso se instala ahora en la diferencia, en la «agenda valenciana». No quiere enfrentamiento pero quiere dejar claro que él no piensa igual. Piensa «a la valenciana» en términos de diálogo, no de imposición; de lucha contra la disciminación de la Comunitat Valenciana en materia de financiación o de infraestructuras, venga aquella del PP, de Ciudadanos o de Ferraz. Porque el PSOE, como el río Júcar, ya no es lo que era. Y seguramente no volverá a serlo. El problema para los socialistas valencianos es el riesgo de convertirse en un nuevo PSC, irrelevante en la política catalana después de perder todas las batallas contra los nacionalistas y contra todos los grupos de la izquierda.

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