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Envejecer para renovarse

La sociedad española se enfrentará en las próximas décadas a un problema colosal: un envejecimiento de la población que forzará cambios sociales y económicos. Un reto que se debe abordar sin pérdida de tiempo y con una mirada nueva, alejada del «cortoplacismo».

La sociedad española se enfrentará en las próximas décadas a un reto colosal: un escenario de envejecimiento de la población de tales dimensiones que compromete la estructura social y económica a largo plazo. El último informe de la patronal CEOE presentado esta pasada semana aventura cambios profundos a corto, medio y largo plazo, con una sociedad en la que continuará bajando la natalidad, se disparará la población mayor de 65 años, se reducirá la población activa y, dentro de ella también se incrementará el peso de los trabajadores de mayor edad.

Las cifras, que lógicamente deben tomarse con cautela, especialmente las que corresponden a previsiones a mayor largo plazo, son contundentes. En 2050, por cada cien personas de entre 15 y 64 años habrá 69,5 mayores de 65 años, frente a la media de las economías avanzadas de 45,8. Un envejecimiento que también afectará a la población activa. No hay más que ver la evolución desde 20o2 hasta ahora para darse cuenta de lo que se nos viene encima: hace trece años, las poblaciones de entre 16 y 24 años y a de entre 45 y 54 eran prácticamente igual, y ahora, hay 3,1 millones más del último grupo.

En definitiva, el mayor sistema de equilibrio social, el de las pensiones, será completamente insostenible con los parámetros actuales. Sobre este tema ya se han empezado a dar pasos con las últimas reformas, pero tendrán que venir muchos más y más profundos.

Pero los cambios que se avecinan no se quedan solo en las pensiones, son mucho más profundos. Ese envejecimiento significa también cambios en los hábitos de consumo, en el ahorro, en las necesidades sanitarias, de servicios sociales... El modelo económico deberá virar para hacerse mucho más eficiente, al contar con menos mano de obra y mayor gasto social... Un cambio con mayúsculas que requiere abrir cuanto antes un amplio debate que apunte soluciones.

El reto está encima de la mesa. Ahora solo falta saber si quienes deben afrontarlo se encuentran a la altura de las circunstancias. Yo, personalmente, no tengo mucha fe. El «cortoplacismo» parece haber llegado a España para quedarse. Sucedió con la burbuja inmobiliaria, a la que nadie quiso meter mano hasta que estalló. Lo vivimos legislatura tras legislatura con la política educativa. E incluso con la incapacidad de pactar ante una situación política compleja. Una pena.

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