Desde siempre, las batallas las ganan los de siempre y, también desde siempre, los de siempre imponen su relato sobre las batallas que ganaron. Ahora, por ejemplo, a la victoria de las grandes superficies comerciales sobre el pequeño comercio y sobre el derecho de una minoría de trabajadores a un descanso semanal compartido le llaman «libertad horaria». Es casi una tontería que lo diga, pero voy a decirlo: la pela es la pela y te da el poder. Siempre lo supimos: el poder político es un poder de segundo orden o una extensión del primero y único. A la imposición y a la obediencia le llaman «libertad». El argumento de que se crean puestos de trabajo o que satisfacen una demanda social es de risa: no se crean nuevos puestos de trabajo (pero sí amenazan con destruir los viejos) y la demanda social ni se crea ni destruye, sino que se transforma. En el mejor de los casos, el gobierno de la mayoría tiene el límite de los derechos de la minoría: abrir o comprar en días festivos no es un derecho, sino una actividad reglamentada por los usos sociales. Tener fiesta los días festivos sí es un derecho. Como su nombre indica.

La contundencia (habrá que ver si la eficacia) con la que se combate a IU y Podemos desde muchos medios de comunicación, incluso la desvergüenza con la que se manipula la verdad (se puede estar en contra y expresar esa opinión, pero no se puede construir un enemigo para destruirlo mejor) es notoria. Evidente. Esperada. ¿Cuál es, como se dice, el relato? «Ellos» son radicales, amateurs, sin experiencia, el viejo comunismo, lobos con piel de cordero, extremistas, bolivarianos, de extrema izquierda, disolventes, enemigos del bien de España, defensores de la violencia de ETA... Si «ellos» son todo éso (no me he inventado ningún término de la lista: los he anotado en un papelito escuchando y leyendo a los que no son «ellos»), entonces ¿qué es lo que somos «nosotros» (un nosotros que se presenta como un todos nosotros que les excluye)? Somos los de la mesura, el sentido común, la moderación, la concordia, los del orden, los útiles, los de la experiencia, la única opción, lo razonable. En fin: este recurso al miedo y esta atribución de méritos es de risa. Sin embargo, casi todo es mentira y, lo que no es mentira, es cuestionable (la experiencia frente a la falta de experiencia, por ejemplo, no es necesariamente un valor positivo: los Fabra, sin ir más lejos, tienen una experiencia que les viene del siglo XIX). Otra vez en fin: es algo notorio. Evidente. Esperado. Lo sabemos: escuchando la mayor parte de los informativos, mejor noticieros, y leyendo la mayor parte de los medios escritos, hablar del cuarto poder es de risa. Son el brazo escrito del poder o el poder que nos escribe. Tu lees o escuchas que Rajoy se presenta «como la única opción al viejo comunismo» y te da la risa. Por todo. De nada.