Ha sido y continúa siendo la asignatura pendiente del sistema educativo español desde el advenimiento de la democracia. A lo largo de estas cuatro décadas, PP y PSOE han elaborado y llevado a la práctica distintas leyes educativas dependiendo del partido que gobernase, sin llegar a un acuerdo por un pacto educativo que sirviese de modelo y eje vertebrador por un período de tiempo estable. Ángel Gabilondo, el úlitmo ministro de Educación socialista, estuvo cerca de conseguirlo, pero una vez más los esfuerzos y las voluntades volvieron a fracasar.

De nuevo se nos quiere vender la famosa frase: «La educación es un arma política al servicio del partido que gobierna», esgrimida tanto por el PP como por el PSOE. Pero, a pesar de los intentos de llegar a un pacto educativo, que todo hay que decirlo, los ha habido, una cosa es escuchar y otra actuar. Oír, se han oído muchas propuestas e intenciones, pero de manera un tanto interesada. Actuar y llegar a acuerdos implica, por definición, una disposición despierta, a veces desinteresada ideológicamente, que formule ideas y predisponga a puestas en acción.

La idea de un pacto educativo entre los principales partidos debe consistir principalmente en tener la voluntad de llegar a un acuerdo en la definición de los objetivos y las finalidades educativas que satisfagan las necesidades de todos los sectores implicados, ya sean privados o públicos, con el eficaz propósito de alcanzar resultados que mejora sen la calidad de nuestro sistema educativo en un corto periódo de tiempo. Cabe citar la célebre frase del exministro Gabilondo: «Hay que pensar en las generaciones, no en las elecciones», en clara alusión a desterrar de una vez por todas el interés partidista en favor del esperanzador futuro de lasnuevas generaciones. La política educativa debería cumplir ante todo unos principios fundamentales: ser un pacto razonable, respetuoso, integrador, desinteresado y adecuado.

María Dolores de Cospedad afirmó que el modelo necesario debía basarse en la calidad, en la excelencia, un modelo ajeno a ideologizar a los estudiantes y al respeto del profesor. La socialista Cándida Martínez fue contundente en su respuesta al afirmar que no se pretenda eliminar Ciudadanía y luego hablar de respeto al docente. Todos los flecos importantes que deberían configurar un posible y necesario pacto educativo deberían limarse con astucia y delicadeza por los partidos políticos. Pero hay dos „el laicismo y el bilingüismo„ que son temas muy candentes, comprometidos y delicados tanto en la forma como en el fondo.

Ciudadanos también aboga por un futuro plan nacional de educación que „como el propuesto por Gabilondo„ mire a todas y cada una de las generaciones, no solo a una legislatura o a un gobierno partidista. Irene Montero, de Podemos, también está de acuerdo en un posible pacto educativo, pero se muestra contraria al planteado en la Lomce. Entre los ejes incuestionables que desde Podemos no negociarían se sitúa el modelo de educación inclusiva, la educación gratuita y el fomento de la escuela pública.

PSOE y Podemos están en desacuerdo con la Lomce, pero existen puntos de acuerdo con otras formaciones políticas en temas como la gratuidad de la enseñanza, el MIR como modelo que impulse la profesionalización del profesorado, la igualdad de oportunidades mediante becas de estudio, y una larga lista de medidas para la mejora de la calidad del sistema educativo. Confiemos, como muy bien apuntaba Erich Fromm, en que «el consenso de todos sirva como prueba de la corrección de sus ideas», es decir de sus intereses partidistas.

La educación no puede, ni debe ser sometida a intereses de ningún partido político. Es lo que espera y demanda la sociedad.