Sigue la campaña electoral y calificativos como comunistas, izquierda extrema, radicales, catalanistas, antisistema, bolivarianos o frentistas, dichos como insulto y con la intención de destruir sin argumentos, son una de las pruebas más contundentes de las astillas que saltan por la quiebra del bipartidismo.

Manuel Azaña explicaba la razón del fin del bipartidismo entre conservadores y liberales en el primer cuarto del siglo XX, dos caras de la misma moneda decía, porque se habían asentado sobre el Estado sin preocupación alguna por las clases trabajadoras ni por las iniciativas de cambio de una burguesía reformista e ilustrada. Más tarde, gobiernos de concentración como los de Maura y para colmo la dictadura de Primo de Rivera, no pudieron parar la eclosión del 14 de abril.

La responsabilidad de la compleja situación política española actual la tienen, en mayor o menor medida, los dos partidos nacionales que nos han gobernado desde 1982. Se asentaron sobre el Estado sin atender a buena parte de la España real construyendo una sociedad con pies de barro y haciendo creer a la ciudadanía en un mundo feliz con objeto de ganar las próximas elecciones. Y ahora hay que pasar de las musas al teatro y no se han estudiado el papel ni lo saben interpretar.

Necesitamos que los nuevos partidos exijan decir la verdad en una campaña electoral que algunos pretenden que sea mediocre. De usar y olvidar. Necesitamos debates con rigor que diagnostiquen con certeza los problemas y justifiquen las soluciones. Necesitamos que se nos explique bien el rescate a los bancos y a las cajas de ahorros y cómo se va a ir pagando la deuda pública. Necesitamos que se nos expliquen las razones del deterioro de la enseñanza pública y qué medidas proponen para darle solución a corto, medio y largo plazo. Necesitamos explicaciones sobre una sanidad pública cargada de listas de espera a pesar del ingente número de pólizas de seguros en la sanidad privada. Necesitamos apartar de la vida pública a los responsables de la falta de actualización de nuestro ordenamiento jurídico y determinar con realismo y firmeza cómo vamos a disponer de una administración de justicia eficaz, independiente y sin retrasos. Necesitamos conocer la situación de las negociaciones del tratado entre la Unión Europea y Estados Unidos. Necesitamos conocer la necesidad, la justificación y el coste de una política de defensa tanto a nivel de país como de nuestra participación en la Alianza Atlántica. Necesitamos conocer cómo se van a recuperar los salarios en el sector privado, cómo se va a generar empleo de calidad, cómo se va a recuperar el fondo estatal de las pensiones, cómo se va a atender a los dependientes y a las familias necesitadas. De dónde y cómo piensan sacar el dinero. Todo esto, entre otras cosas, lo tienen que explicar bien a la ciudadanía antes de ir a votar.

Mientras tanto, Cataluña sigue con su deriva independentista y la línea roja del referéndum condiciona cualquier acuerdo de cambio entre los partidos que se autocalifican como no inmovilistas. Pareciera que el PP, Ciudadanos y el PSOE esperan a que un futuro escrutinio electoral arroje en Cataluña un 90 % de votos a favor de la independencia.

Y en cuanto a la Comunitat Valenciana, las últimas decisiones políticas demuestran el continuismo de la obediencia debida a Madrid en las dos caras de la misma moneda. El PSPV debe todavía muchas explicaciones a los valencianos sobre su voluntad y su praxis efectiva de cambio. Ya sabemos de lo que ha sido capaz el Partido Popular sin que todavía tengamos noticias de la devolución de las cantidades de dinero público que de manera supuestamente ilegal se han escapado por las alcantarillas. Pero nunca mejor dicho, el PSOE también ha perdido el norte. Ahora parece que el sur quiere determinar la gobernanza española. Y cuando escucho decir a Susana Díaz que para ella lo único que importa son los españoles, como dicen en América, me entra la tembladera.