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Naciones que eligen

A presidente de la patronal no se accede por oposiciones, quizás sea por idoneidad, el último que tuvo la CEOE, Díaz Ferrán, acabo condenado a cinco años de cárcel por venta fraudulenta, pero no creo que eso sea un mérito. De lo que se infiere que el desahogo de Juan Rosell, el actual ocupante del cargo, se produce por desconocimiento de la historia reciente: «El trabajo fijo y seguro es un concepto del siglo XIX», ha dicho. Sólo se equivocó por cien años, qué despiste, dónde habré dejado la bolsa: fue en el XX cuando la socialdemocracia, los cristianos sociales (y la presión del comunismo) situó a Europa (occidental) a la cabeza del mundo en derechos sociales con el período más largo que hemos conocido de bienestar y crecimiento.

Lo que Rosell tal vez quiso decir es que estaría bien regresar al XIX, a las minas de carbón negras de desesperanza y luto, al trabajo infantil nocturno, a las jornadas de 14 horas. Las preñadas, también: las cosas duras le electrifican, se ve, y le ponen el tupé en erección. Tras acabar con el trabajo fijo, inventemos la boca con cremallera, los niños venales y la familia de quita y pon. Vivimos tiempos raros en los que hay que luchar por lo evidente (Vázquez Montalbán): como no hay nada más americano que ganar y Bernie Sanders, el senador de izquierdas, es el candidato que más ventaja le sacaría a Donald Trump, ¿por qué presentan a Hillary Clinton? John Irving ha dicho que la chica es más social de lo que parece y más lista que su marido (sobre todo cuando tiene una becaria arrodillada). Pero, claro, Irving, que es un buen novelista, quizás no sea buen observador, practicó el boxeo.

Barack Obama que, en teoría, es socialdemócrata, no desmanteló ni los paraísos fiscales ni los jurisdiccionales y la tortura sigue en Guantánamo (y además quiere vendernos el TIPP). Trump, Putin y la macedonia fascista que llena Europa de amaneceres meados, apelan al músculo primordial, a la campechanía del soldador, para sentirse naciones elegidas por Dios, pero Dios no elige, eso, queridos, es cosa de mortales. Y, en efecto, hay que elegir bien.

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