Desde hace un tiempo van goteando noticias relativas a un nuevo tratado comercial que EE UU trata de aprobar con la Unión Europea, casi diría que intenta imponerlo, con el nombre de TTIP. En realidad, esas noticias nos han llegado como consecuencia de las campañas en su contra que llevan a cabo distintas organizaciones ecologistas, de defensa de la naturaleza y del medio ambiente, en definitiva de defensa de la humanidad, con razones y argumentos que el ciudadano de la calle entiende.

He leído una noticia que ha despertado mi indignación: «El Gobierno de EE UU ha amenazado con bloquear la reducción de los controles de entrada a su país de los vehículos europeos para forzar a la Unión Europea a aumentar la compra de productos agrícolas estadounidenses, sobre todo transgénicos». Esto, entre otras cosas, no menos destructivas, como eliminar las moratorias o prohibiciones en la aplicación de la técnica del fracking para la búsqueda y explotación de bolsas de gas o petróleo.

Por ese camino, los españoles que empíricamente consideramos que los productos naturales son los que mantienen la calidad de nuestra salud y la de nuestros ganados, veríamos invadidos tiendas y mercados de productos transgénicos en parte o en su totalidad; y lo que es peor, a precios de monopolio, ya que empresas como Monsanto o Sygenta „propietarias de cientos de patentes sobre productos transgénicos„ harían pasar por el aro de sus patentes los precios de esos productos.

Lo más triste es que las llamadas autoridades europeas están negociando el citado tratado de tapadillo, sin permitir que llegue a los medios y, por tanto, al conocimiento general, teniendo que ser periodistas o grupos de acción los que buscan y huronean en los lugares adecuados y consiguen acceder a la información, algo así como los papeles de Panamá pero referido a las inaceptables propuestas y maniobras de un país que se dice aliado de los europeos.

Veo este tratado como una tentativa de colonizar Europa por la vía comercial, con la justificación de que la economía de mercado es la que salvará la economía mundial. Pero de eso ya hemos tenido más que suficiente. Hay un precedente que nos permite barruntar su intencionalidad y desde luego sus nefastos resultados: me refiero al llamado TLCAN o Tratado de Libre Comercio de América del Norte, entre Canadá y EE UU, incorporando a México, que desde entonces ha alcanzado los niveles de paro más escandalosos de su historia con una dependencia económico-financiera de EE UU de marcado carácter colonial; y Canadá, sin llegar a esos extremos, ha visto afectado su históricamente envidiable nivel de vida.

Los europeos no necesitamos un tratado comercial que nos ningunea como seres humanos y que solo nos tiene en cuenta como posibles consumidores de toda la basura que ese país pueda producir. No puede ni debe ser firmado por los que dicen representarnos. Ya llevaron a la población nativa de su país casi a la extinción, no permitamos que hagan lo mismo con nosotros.