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Con los recortes en los talones

Ya sabemos lo que viene luego de las elecciones del 26J, más recortes. Una carta discreta (o indiscreta) de Mariano Rajoy a Jean-Claude Juncker lo ha desvelado. Ese es el verdadero programa. Y como ha aclarado un ministro, gane quien gane las elecciones, ha de ejecutarlo. Tras las elecciones generales indiqué que algunos programas eran irrealizables porque había que cumplir con el objetivo del déficit (que ha sido mayor del que se proponían) y hace poco ya el Gobierno anunció recortes de 4.000 millones de euros, 2.000 desde Madrid y otros tantos desde las autonomías, a mitad del año, con los presupuestos mermados, ya me dirán€ Se acabó la alegría de cumplir los objetivos de los que estaban por la austeridad y de quienes prometieron en campaña aumentar las partidas de gastos sociales. En algún caso, durante los debates en las Cortes, se notaba la falta de realismo, desplegando cifras impresionantes pero inalcanzables.

Ahora viene el tío Paco con las rebajas y, además, el comisario Pierre Moscovici, amenazando con la multa, por si faltaba algo€ Que hayamos conocido la carta en que Rajoy puede prometer y se compromete cuando alardeaba de flexibilidad en la campaña, no deja de poner en tela de juicio su falta de trasparencia con los electores y con los españoles en general como jede de Gobierno en funciones. Y que a la vuelta de las vacaciones tropezaremos con la barrera queramos o no.

Se hacían el pasado lunes equilibrios malabares, para hablar de «medidas», que es lo que dice la dichosa misiva, y no mentar la fatídica «recortes». Otros han preferido volver al eufemismo «ajustes» y un experto como José María Aznar ya dijo lo de «contención del gasto». La verdad, este año en el presupuesto adelantado sólo había consignados 8.000 millones en inversiones en Fomento, así que no sé si no se adelantará en los planes en marcha, o si volverá por do solía a mermar el gasto social (educación, sanidad, susidio a los parados, o en dependencia€).

Creo que va a repercutir de lleno en la campaña, que va a ser completamente distinta (y no sólo por las siglas y los sondeos, que apuntan otras tendencias). Lo que gravita sobre los programas es que van a necesitar retoques serios, ajustes urgentes. Nadie puede llamarse a engaño. Le pueden echar la culpa a los cuatro años de Rajoy o al último en el que abrió la mano con obvias intenciones electoralistas. Y quien venga después que apechugue. Él, por su parte, promete y se compromete a aplicar los recortes (nuevas medidas, en su lenguaje de eufemismos).

La utopía ve cerrado el camino, o sus plazos se dilatan, la flexibilidad a un año no sé para cuantos se pone la meta ahora. Así que si el Gobierno se ha de apretar el cinturón, nos lo va a apretar a todos, y las tijeras vuelven a ser el símbolo que provoca desazón. Llegamos a la cita electoral con los recortes en los talones, lo que empalidece o destiñe las promesas que quieran hacerse. Aunque ahora es el tiempo de las cerezas, no parece que vayamos a tener un segundo semestre de alegrías. Y no sabemos lo que tardaran esta vez en pactar un Gobierno. Tras la reciente experiencia podemos ser escépticos. Aunque tendrán que hacer de la necesidad virtud.

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