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La procesión de Corpus fue exportada a Perú

Una colección de 15 óleos apaisados del siglo XVII pintados para la iglesia de indios de santa Ana de Cuzco, hoy expuestos en el palacio Arzobispal de dicha ciudad, documentan gráficamente la exportación y adaptación de la procesión de Corpus Christi de Valencia hecha por misioneros valencianos en sus tareas evangelizadoras en Perú.Los cuadros son escenas de una misma procesión, a la manera del Rollo del Corpus valenciano, apreciándose altares efímeros, arcos triunfales, altares efímeros, rocas, gremios, clero, órdenes religiosas, autoridades, elementos litúrgicos, andas con santos, etc€ que remiten de manera indubitable a la que ha sido históricamente procesión de Corpus de Valencia. En 1675, el obispo madrileño Manuel de Molinedo y Angulo, destinado a Cuzco, encargó a artistas locales pintar 18 lienzos con la finalidad de mostrar la solemnidad de Corpus en la ciudad andina, de los cuales sólo quedan 15, tres de ellos fuera del país, en Chile, en una colección particular.

Las obras originariamente fueron colgadas en santa Ana y ahora son conservadas en el Museo de Arte Religioso del Arzobispado de Cuzco.Se ignora a ciencia cierta quienes son los autores y destacan por su colorido, buen dibujo y los rostros de los personajes. Los expertos los consideran crónicas pictóricas de la que fue la fiesta más importante de Cuzco, donde se subraya el poderío en todos los órdenes de las Órdenes Religiosas (Mercedarios, franciscanos, dominicos,€) asentadas por entonces en aquella ciudad. Desde el punto de vista artístico, las obras son barrocas y muy estéticas, a tono con la fiesta que describen.

Una de las telas es un carro triunfal con la efigie de san Cristóbal que puede identificarse exactamente como la Roca de San Cristóbal que a lo largo de su historia fue una de las más destacadas de la procesión de Corpus de Valencia, santo que, además, tenía su «misteri», considerado como el más antiguo de todos. Este carro era de plata, se desplazaba sobre cuatro ruedas y una palmera servía de báculo al santo, quien portaba al Niño Jesús sobre el hombro.En otro de los lienzos se representa la entrada de la procesión en la Catedral. Los santos sobre sus andas y corporaciones que los lleva forman pasillo para que pase el Santísimo Sacramento bajo palio rindiéndole honores. Españoles e incas se entremezclan entre los participantes y espectadores protagonizando la principal fiesta barroca mestiza de la ciudad en su mayor esplendor colonial. Esta simbiosis de culturas ha hecho pensar a algunos investigadores que la fiesta de Corpus Christi se fusionaba con la fiesta inca del solsticio de invierno (Inti Raymi, 24 de junio), coincidentes en el tiempo. De alguna manera se quería ver al mismo nivel el sol con la Eucaristía, integrándose en la fiesta cristiana aportaciones indígenas. La fiesta tuvo sus períodos de esplendor y decadencia, acordes con la vida de la ciudad. Era la fiesta máxima de Cuzco y «a diferencia de otros lugares el pueblo salvó tan entrañable celebración y a ello no debió de ser ajeno cierto espíritu de rebeldía popular frente a las refinadas y neoclásicas actitudes de las clases altas; paradójicamente en los Andes, ser rebelde o revolucionario significaba también ser barroco», dice Jorge Bernales Ballesteros, quien añade: «Es de observar que la composición actual de la fiesta de Corpus -que data de fines del siglo xix y principios del xx- se ha enriquecido con el colorismo y sentimientos de la piedad popular indígena; ha dejado de ser la fiesta de todos, para ser una fiesta india, o en todo caso mestiza, y no por ello menos bella, pues en realidad es auténtica».

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