Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

La retirada de Obama

Quizá porque le dieron el Nobel de la Paz a título preventivo, Barack Obama ha ido retirando las tropas que su país mantenía desplegadas en recientes campos de batalla como los de Irak o Afganistán. Cierto es que mandó a un grupo de rambos a Pakistán para que liquidasen in situ al archienemigo Osama Ben Laden; pero esa fue una mera operación de comandos que en modo alguno puede compararse con las invasiones bárbaras ordenadas por su antecesor George W. Bush. Tampoco vamos a quitarle el Nobel por eso.

Con Obama, la guerra se convirtió en un videojuego mediante el cual los drones manejados desde Texas se ocupan de fulminar a los líderes talibanes en Afganistán o a los barbudos del Estado Islámico en Siria. Todo ello se hace en horario de oficina y sin el menor riesgo para los atacantes, dado que se trata de aviones sin piloto. Está por ver si esta técnica de combate quirúrgico tiene el éxito apetecido por sus impulsores; pero al menos no resulta tan brutal y costosa como la que Bush desató en Irak con su empeño en matar moscas a cañonazos.

En realidad, se podría decir que el pobre Obama está arreglando como puede los desaguisados que provocaron Bush y sus señores de la guerra, a quienes tanto tienen que agradecer los terroristas del Estado Islámico. Sin la destrucción del Irak de Sadam Husein, difícilmente hubieran encontrado estos pirados de Alá un territorio en el que asentarse y formar a los mártires que luego van sembrando Europa de bombas.

No es que Estados Unidos haya renunciado a su papel de gendarme del mundo, naturalmente. Más bien parece que Obama ha escarmentado en la cabeza de sus antecesores tras la derrota en Vietnam y el enorme fiasco que supusieron las dos invasiones de Irak perpetradas por el clan de los Bush. Aquello fue una gran fuente de beneficios para la industria armamentística y, a la vez, un pésimo negocio para todos los demás actores del drama: incluyendo a los americanos propiamente dichos.

El todavía presidente se ha limitado a ejercer su papel de policía mundial por métodos menos aparatosos de los que hasta ahora usaba la primera potencia del planeta. Los drones y los ataques selectivos sustituyeron bajo su mandato a las vastas operaciones militares con las que el moderno Imperio Romano exhibía su músculo. Obama supo entender, además, que no tiene el menor sentido mantener la hostilidad con pequeños países que son ya irrelevantes una vez acabada la Guerra Fría. Y, en consecuencia, no tuvo reparo alguno en visitar Cuba y Vietnam para pasar página a unos acontecimientos que solo se recuerdan en los libros de Historia.

Curiosamente, lo que ha hecho el primer negro de la Casa Blanca es retomar la tradición aislacionista de EE UU, país que careció de vocación expansiva desde los tiempos de George Washington hasta la Segunda Guerra Mundial. Quiso además la paradoja que fuesen los conservadores del Partido Republicano quienes con mayor ímpetu se opusieran a cualquier intervención exterior, tendencia que ahora asume „con gran éxito de público„ su casi seguro candidato Donald Trump. Un firme partidario de ocuparse de los asuntos de casa y dejar que el mundo arregle los suyos. Tanto si gana él como su contrincante Hillary Clinton, parece lógico que Estados Unidos siga con la política de retraimiento inaugurada por Obama. Ya decía Napoleón que una retirada táctica equivale a una victoria.

Compartir el artículo

stats