La política venezolana se nos ha ido metiendo en casa, y, de hecho, la campaña ha empezado con ella, anticipándose a la obsoleta ceremonia de pegada de carteles. Nicolás Maduro se ha convertido en una especie de líquido reactivo, en el que se introduce una sustancia para comprobar qué cosa es. O sea, cada partido es lo que es con relación a Maduro. Alguien escribía estos días clamando para que en las campañas de aquí haya más espectáculo, y no se reduzca todo a un debate a 2 o a 4. Bien, ahí va la propuesta: que sea a 5 y participe Maduro, para que teniéndolo muy cerca podamos estimar parecidos y diferencias con cada candidato. Tal como están las cosas en su patria quizá tema perder el sillón del Palacio de Miraflores si se levanta, pero Margallo, con su desparpajo, le podría garantizar asilo político en tal caso.
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