He cometido el pecado de llevar a mis hijos a un colegio concertado, pero por desgracia, soy de esos miles de valencianos que vivimos desde siempre en un barrio histórico de la ciudad, totalmente abandonado durante décadas y donde para acudir al centro de salud, a una biblioteca municipal o disfrutar cualquier recurso público, tienes que coger el coche y conducir más de quince minutos. Por ello, la concertada no la entiendo como un privilegio o una opción elitista, sino como la única alternativa digna para suplir los barracones y las deficiencias del sistema educativo valenciano.

Lamentablemente, los políticos se han empeñado en que la educación entre en escena, siendo los grandes perjudicados de esta batalla nuestros hijos e hijas. De ese modo, el inicio de precampaña que protagonizó Rajoy en Alfafar, tuvo todos esos ingredientes que le gustan al líder de los populares, con un claro mensaje a quienes estamos molestos con la política del conseller Marzà. Así, no negando que estamos ante una cartera muy compleja, donde se trabajan temas sensibles y de fácil politización, el hecho de que la concertada haya entrado en campaña es culpa exclusiva de quien lo ha provocado, en este caso el conseller, puesto que un cargo público de esa responsabilidad no puede jugar al enfrentamiento entre centros públicos o concertados.

La concentración de la plaza de la Virgen fue toda una muestra de fuerza y una clara respuesta a un Consell que debería reflexionar, mucho más allá de las declaraciones en caliente que hablaban de instrumentalización del PP o ahora desempolvando resoluciones judiciales del Supremo para avalar su posición. Como muchos de los que llevamos a nuestros hijos a esos centros, no me siento representado por los Bonig o González Pons que acudieron a hacer política y, por lo tanto, no me identifico con quienes buscan sacar un rédito electoral. Pero al mismo tiempo, tampoco me gustan aquellos que, con una situación económica estancada y que dificulta cualquier tipo de inversión en educación, se creen con la capacidad de darle la vuelta a un sistema que lleva décadas funcionando, ofreciendo como alternativa la nada más absoluta. Mientras los centros concertados sigan desempeñando ese papel de colaborador necesario en la educación valenciana, de imposible sustitución a medio plazo, el conseller deberá aprender a coexistir y gestionar adecuadamente los recursos que ha heredado.