En las últimas semanas han ocurrido sucesos inesperados. ¿Qué ha llevado a un político prudente a trasladar la política valenciana al escenario español? El president Ximo Puig, en solo un fin de semana, propuso para la Comunitat Valenciana una fórmula para la candidatura al Senado. La candidatura unitaria de izquierda que reuniera a las fuerzas políticas que conforman y respaldan el Consell de la Generalitat. Sabía de antemano que el sanedrín de la calle Ferraz no encajaría el envite. El primero, el valenciano Jordi Sevilla, ante una desconcertada Carmen Montón y con la ira desatada de Pedro Sánchez y sus titiriteros.

No es creíble que la decisión de Puig, insólita y arriesgada, careciera de la aprobación del núcleo duro del PSPV en Blanquerías, con Joan Lerma entre sus miembros destacados. El resultado inmediato ha sido la resurrección del PSPV, cuyos restos se disputaban sus compañeros de coalición: Compromís y Podemos. El PSOE en la Comunitat Valenciana vuelve a ser PSPV, al menos por unos días.

Ante el avance imparable del nacionalismo español de Susana Díaz, el PSPV de Ximo Puig es decisivo. El PSC sufre sus peores resultados electorales. Sánchez, al día siguiente, se la enfunda en Valencia, ante la aquiescencia de Miquel Iceta y la convicción de Puig de que este lance preelectoral lo ha ganado sin que se consumara la temida escisión. Con tan sólo veinticuatro horas de antelación a la reunión de la Ejecutiva socialista, el presidente Puig se entrevistó con el presidente Carles Puigdemont (Junts pel sí) en el Palau Sant Jordi. Al día siguiente, Puigdemont galantemente se trasladó a Palma para parlamentar con la presidenta Francina Armengol, con la que escenificó la reconciliación del Consell Balear con la Fundació Ramón Llull, que comparten como patronos con la Generalitat de Catalunya.

La afirmación muy cuestionada de Joan Fuster de que «el País Valencià serà d´esquerres o no serà» comienza a cristalizar, pero no a impulsos de los partidos de izquierda, sino por el abandono de la oposición que, desde Ciudadanos al Partido Popular, han renunciado de hecho a toda defensa fiable de los intereses autóctonos. El panorama político en la CV se ha apaciguado ante las inquietantes elecciones generales, pero ya nada será igual ni en el seno del PSOE ni para Ximo Puig al frente del PSPV apuntalado. Todo dependerá de los resultados. De los que emanen de la Comunitat Valenciana y de los que acontezcan en el resto del Estado.

¿Estamos ante la aparición de un partido político de centro-izquierda que compita con el españolista Ciudadanos de Fernando Giner y tiente al flanco descontento de los electores del PPCV? ¿Será capaz Ximo Puig de crear una fuerza política que, sin romper la vinculación con el PSOE, imponga la obediencia valenciana plena? De no ser así, habrá fracasado la intentona y acabará recuperando iniciativa la competencia de Compromís, aunque en esta ocasión no contaría con el respaldo de Podemos de Antonio Montiel, condicionado por el acuerdo de la formación de Pablo Iglesias con los restos de la IU de Alberto Garzón. La entente de izquierdas en el gobierno valenciano se enfrenta en las trincheras españolas: PSOE contra Compromís-Podemos (si se confirma esa alineación dual, junto a EU). Hubiera sido decisiva la apuesta conjunta de PSOE-Compromís-Podemos- EU al Senado, que permitiría a Puig ganar liderazgo, reducir el ensañamiento entre las partes y defender los intereses de los valencianos desde el Senado, a modo de Cámara territorial.

Ahí está la torpeza de la derecha valenciana, refrendada por el PP y asistida por Ciudadanos sin carisma alguno. Bajo la avalancha incesante de la corrupción, el PPCV avanza hacia su liquidación, liderado a la desesperada por Isabel Bonig. La Thatcher de la Vall d´Uxó, zancadilleada sin piedad por sus colegas de Madrid con su política antiautonómica y por tanto, contraria a los intereses de la Comunitat Valenciana. De esta forma, el Partido Popular, con su cerrazón, propicia la aproximación entre Catalunya, Comunitat Valenciana y Balears. Es decir, el 35 % del PIB, el 40 % de las exportaciones y el 30 % de habitantes del conjunto español. Así se retroalimenta el afán de recrear la unión que da fuerza a las acciones conjuntas entre los tres territorios, que tuvieron fueros abolidos por los Borbones. Su frente común supera la reclamación económica y abre un frente político, con sintonía cultural y lingüística de alcance imprevisible.

No parece el horizonte más deseable para un sistema constitucional reconducible, en fase caduca del bipartidismo, con fuerzas políticas periclitadas y otros partidos emergentes, donde Ciudadanos, con la ayuda de los poderes fácticos, puede recoger los réditos. Nadie tiene en cuenta que lo que es, no será; que cuánto fue puede perderse y que la conclusión podría dar lugar al renacimiento de fuerzas políticas imprevistas. Horizonte que merece reflexión.