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José Sierra

En recuerdo del «Dust bowl»

El sábado, algunas fotos magníficas sobre tormentas de polvo en el interior de la Comunitat Valenciana nos recordaron los inicios en el apasionante mundo del aficionado a la meteorología. Hace ya mucho, mucho tiempo, que alguien a quien no recordamos„lo sentimos„ nos enseñó que cuando un viento levanta polvo es, casi seguro, viento de Poniente. No es necesario pues elevar el dedo después de humedecerlo con saliva de acuerdo al manual del perfecto boy scout para saber de dónde sopla el viento„un gesto que requiere, por cierto, conocer previamente los puntos cardinales en nuestra posición„; basta ver si el viento levanta polvo para estar seguro de que es Poniente. Las fotos difundidas ayer por los amigos de Prevención de Incendios sobre grandes polvaredas en la comarca de Requena-Utiel son un buen ejemplo. No recuerdo la razón que une el polvo a Poniente. Quizá es la fuerza e intensidad de estos vientos lo que influye, aunque me inclino a pensar que un factor determinante es la tremenda capacidad resecante de este viento cálido, la que convierte el primer centímetro de tierra en frágil polvo a merced del aire terral que llega de Castilla. Si a eso añadimos sequías, pérdida de cobertura vegetal y malas prácticas agrícolas „aunque no lo crean, el viñedo registra una de la mayores tasas de pérdida de suelo fértil en España„, parece claro que se trata de fenómenos locales. Nada que ver con explicaciones que recurren al polvo del Sáhara.

Lo vimos en Interestelar, extraordinaria película de ciencia ficción donde las tormentas de polvo evidencian por qué los protagonistas se ven obligados a huir de la Tierra, erosionada y esquilmada en un contexto de cambio climático. Antes, en 1930 y probablemente inspirando al director de la película, Estados Unidos vivió el «Dust Bowl» o cuenco de polvo. La sequía, agravada por un manejo inadecuado del suelo, despojado de humedad, generó grandes nubes de polvo y arena tan espesas que escondían el sol. Una agricultura arruinada hizo que tres millones de habitantes dejaran sus granjas. También el cine lo relató y probablemente inspiró al brillante Cristopher Nolan. El sábado, el Poniente nos recordó, otra vez, la fragilidad de nuestros ecosistemas.

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