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Misoginia desde el púlpito

Me pregunto qué le diría el Papa Francisco en aquella reunión privada al cardenal Cañizares cuando le recibió pocas horas después de que éste decidiera introducirse en las casas y en las camas de miles de valencianos para arremeter públicamente sobre sus preferencias sexuales, en uno de los casos, y contra la igualdad de la mujer, en el otro. Me pregunto qué le diría e incluso si le diría algo (por aquello de que es el Papa progre y supuestamente más sensible para la diversidad de lo que lo fueron sus antecesores) porque si no le dijo nada, mal, pero si se lo dijo, monseñor se lo ha pasado, literalmente, por su larga capa roja.

La violenta misoginia de gran parte de los varones con mando de la Iglesia católica ha quedado patente desde hace siglos en miles de acciones de diversa índole contra la mujer, su cuerpo y su pensamiento. Por eso, y porque nadie le dice „o mejor dicho, le impone„ que se calle, monseñor se siente libre e impune para cargar contra las políticas de igualdad de género „«la ideología más insidiosa y destructora de la humanidad en toda su historia», dijo„, en un país donde la violencia machista se respira cada día en los cuerpos inertes de las decenas de mujeres muertas, asesinadas por sus maridos, novios, ex o cualquiera que se sienta dueño de sus vidas. Se siente libre e impune el arzobispo no solo para atacar desde el púlpito de una manera absolutamente irresponsable las políticas de igualdad sino también para dar un peligrosísimo e inconsciente paso más y pedir a los católicos que las desobedezcan, que es lo mismo que pedirles que perpetúen situaciones injustas para con sus mujeres, hijas y madres, que toleren agresiones, discriminaciones, burlas, chanzas y abusos, como en la Edad Media.

Yo no sé si a monseñor le gustaría que viviéramos en la Edad Media, pero me apuesto a que sí. Hay muchos, no se piense que es el único. Hay muchísimos nostálgicos de otras épocas simplemente porque son incapaces de entender lo que sucede a su alrededor. Pero, como dijo el socialista Madina: «no importa que no comprendan nada de esta sociedad, pero deberían aprender a mostrar respeto ante todo lo que ignoran». Que es mucho. Básicamente a entender que todos y todas son hijos e hijas de Dios, aunque no les guste.

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