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Policías

Un día cualquiera de un jueves que sabe a viernes. Mi amiga Marta Peydro y yo charramos sobre todo y sobre nada. Se une a la conversación un tercero. Es moreno, está fuerte y sonríe por costumbre. Es nuestro amigo y es policía nacional y nosotras... pues sonreímos al verle, para qué dar más detalles. Está moreno a más no poder. Le decimos si viene de la playa y él nos cuenta que más bien es moreno de estar vigilando ante las vallas. Como quien no quiere la cosa le pregunto cómo lo hace para no morir asado en verano, uniforme, gorra y chaleco antibalas debe ser mortal para los 40 grados que suelen caer en nuestra capital. Me mira entre divertido y apenado y me dice que eso de los chalecos es más cosa de Hollywood, que tengo excusa por ver tanta peli para contársela a ustedes, pero que aquí en España los chalecos y el material de protección para los polis apenas llega a los cuarteles. Me quedo muerta. Pienso en las producciones de acción made in USA, en los camiones, los cascos y las pistolas... En lo molón que es ser policía en América y en cómo lo cuentan sus canales de televisión. Pienso qué pasaría si llegara a oídos de los americanos que sus policías defienden sin apenas protección a sus paisanos. Automáticamente veo a las estrellas del periodismo de allá haciendo un programa de televisión sensiblero y contando la noticia al mundo entero. Luego me percato que por aquí la cosa no funciona igual, pues el policía suele ser el malo en cualquier disputa que se tercie. No sé si la culpa es de todos, de las pelis o de la tele, lo bien cierto es que no hay derecho a que nadie proteja a los que por usted y por mi se dejan la piel y, aunque sea en esta pequeña columna y a mi manera, yo se lo quería hacer ver.

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