Populismo es un término polisémico, ambiguo y resbaladizo, y frecuentemente los ensayistas incluyen en sus estudios advertencias de ese tipo, ¿pero que dicen los diccionarios? El de la RAE resume: «tendencia política que pretende atraerse a las clases populares», y el uso preferentemente despectivo que le otorga apunta a una atracción tramposa e interesada, de ahí el desprestigio que suscita. El María Moliner ofrece una definición más abierta: «doctrina política que pretende defender los intereses de la gente corriente, a veces demagógicamente». A partir de esta definición discutí en Levante-EMV (07/03/2015) las posibilidades del populismo sincero apuntado por Moliner, si se elimina la alusión a la demagogia. Aunque posible, cualquier supuesta sinceridad ha de enfrentarse, desde el primer minuto, al soplo dominante descalificador que consiste en identificar, tramposamente, populismo con demagogia. No es lo mismo: la demagogia es el arma en manos del populista embaucador para aparentar sinceridad.

La demagogia se ejerce, fundamentalmente, con el lenguaje y la mascarada. El discurso muestra un mensaje adulador, pero oculta las intenciones y maniobras que desacreditan el mensaje. Prometer aquello que no se va a cumplir, es uno de los indicadores usuales de populismo demagógico. Apelar a los sentimientos de la audiencia también es un recurso que suele calificarse de demagógico y falaz. Pero la falacia „ad populum„ emerge solamente cuando la emotividad pretende sustituir el razonamiento, escamotear los hechos y distorsionar el foco. Los recursos retóricos no son el problema, la demagogia arraiga en el engaño, la falsedad, el fingimiento, la vaciedad, la malicia y la ambigüedad.

El discurso queda registrado, pero la mascarada normalmente no está documentada. Esta vez sí: mayo 2016, Rajoy descarta en público aplicar más recortes y muestra intención de bajar impuestos pero escribe en una carta al jefe de la Comisión Europea un mensaje contradictorio con su discurso. Rivera simplemente apela a la prudencia del PP y Sánchez lo acusa de mentir sin escrúpulos. ¿No es llamativo que eviten el término populismo ante la manifiesta evidencia de la versión demagógica presente en este episodio? Los partidos que habitualmente usan el calificativo populista „esperando que se perciba en el sentido despectivo„ se sitúan a si mismos en una franja templada de la que predican estar libre de sospecha, y guardan el calificativo para otros. No obstante suelen poner en práctica „y no es difícil identificarlas„ las técnicas demagógicas fundamentales: eufemismos, redefinición de significados, falacias, demonización, falsos dilemas, tácticas de despiste, doble vara de medir, búsqueda de un enemigo, etcétera.

En estas circunstancias, la confusión que crea el término populismo es manifiesta, y el perjuicio en el debate riguroso de ideas y propuestas, evidente „consecuencias, sospecho, no exentas de intencionalidad. Defender los intereses de la gente corriente, o afirmar que se defienden, se hace desde todos los sectores del espectro político. La cuestión es distinguir si el discurso es sincero o es un instrumento de halago, si defienden al pueblo o si, hipócritamente, lo atraen buscando su voto. Pero ¿qué dicen los estudiosos desde el ámbito universitario? Tal vez en otra ocasión.