Jaime Mayor Oreja manifestó en una entrevista a este periódico que la corrupción no está en las instituciones, sino en las personas. He de darle la razón. La corrupción no es patrimonio de un partido político concreto; la vemos aflorar en organizaciones empresariales, sindicales, instituciones deportivas, entidades bancarias; en definitiva, en la sociedad. En política, los casos son más llamativos, porque los protagonistas tienen la obligación de dar ejemplo y porque manejan el dinero de todos.

Al final, el sustrato de la corrupción hay que buscarlo en la falta de valores y esta ausencia es más palpable en personas que buscan una vía fácil para su autorrealización, personas que usan la política como trampolín para alcanzar un cierto prestigio social que jamás lograrían en otra actividad. Cuando se cruzan esa debilidad de valores con la mediocridad personal y profesional es cuando surge la corrupción, la arrogancia y la prepotencia que tan a menudo acaban en un juzgado.

Este fenómeno no es monopolio de los grandes partidos, y ya estamos viendo cómo quienes llegaban abanderando una nueva política discurren por la misma senda: colocando amigos, pagando favores, aferrándose a los cargos, soñando con presidencias y ministerios... Por mucho que se empeñen en disfrazar sus pasos de transparencia y de asambleas democráticas „que a la hora de la verdad claudican al capricho del líder del clan„ la realidad es que parece que los nuevos políticos vuelven a pisar los mismos charcos que aquellos a quienes dicen que vienen a relevar.

Desconozco si, en el caso del PP, es posible una refundación tal como apuntaba Mayor Oreja en la citada entrevista. Alianza Popular lo consiguió, pero otras formaciones no lo lograron. Lo cierto es que su sustrato electoral ronda el 28 % y eso le da margen, cuando menos, para intentar una regeneración que debería ser total, pues con lo que tiene actualmente está visto que no le llega. Sin embargo, esa voluntad de cambio que sí ansían las bases de los populares choca frontalmente con la actitud de sus cargos, que vuelven a demostrar que les importa mucho más su acomodo que la regeneración, prueba de ello son los recién nombrados comités de campaña, así como la repetición de nombres en las listas.

La única luz de esperanza para el PP son los congresos que deberían llegar en breve, si es que en ellos pueden concretarse candidaturas alternativas a las oficiales. Pronto saldremos de dudas. Frente a la actitud inmovilista de la cúpula sólo cabe una revolución desde la base. Las urnas pueden ayudar.