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Asesinos en serie

Poco después de ver Eichmann en Jerusalén, de Margarethe von Trotta „una película limpia como un teorema, pero aburrida„ me puse a leer Memento mori, de César Pérez Gellida (ahora estoy con Dies irae, segunda parte de la trilogía), que es muy entretenida: su autor no duda en mezclar latiguillos y chistes malos con otros recursos mucho mejores. La novela es una especie de periodismo extenso, no siempre mejor cuidado, y este novelista, que tiene la audacia de situar a su asesino en serie en Valladolid, es de las últimas sensaciones de un género que vive de novedades y sorpresas. ¿Y por qué no? Tenemos un asesino en serie de Castellón y el propio Gellida dice que si El Arropiero fuera americano, ya le habrían dedicado una docena de películas.

Lo que descubre Hannah Arendt en el juicio al nazi Eichmann es que se las tiene que ver con un funcionario medroso y tristón que se deshace en excusas como un concejal español sorprendido en la cama con su constructor favorito: la banalidad del mal. Sí, ya sé, los hornos crematorios y todo eso. Pero hubo antes muchos holocaustos: el de los armenios, el de los diecisiete millones de negros arrancados de su tierra y esclavizados en las plantaciones de América, el exterminio de las naciones indias (que sigue en la Amazonía). La mitología griega (y la egipcia) estaba trufada de monstruos espantosos construidos con retazos de leones, aves de presa, serpientes y, atención, mujeres. Se les veía el plumero.

El mal, en efecto, es banal: una falta de diligencia moral. Hay que conocer a los malvados, no son monstruos o abismos insondables: más peligrosos por energúmenos que por malos. Así lo veo y como dice un psicólogo cubano de la novela susodicha (cuando alcanza la dosis precisa de ron): trastornados pero astutos. Más nos debe preocupar que procedimientos del serial killer se hayan trasladado a la política, la organización laboral o las técnicas de venta. Cuando Trump dice que los mexicanos son violadores, se comporta como un asesino en serie. Cuando vemos una amenaza en los refugiados, razonamos como Hannibal el caníbal.

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