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Martí

Dejemos el orgullo tranquilo

La renovación siempre choca contra lo mismo. La tradición, esa pauta marcada por los dirigentes de cualquier comunidad humana. El PP valenciano atravesía por un vía crucis con un final incierto, donde hasta ahora la agenda la marcan los jueces y fiscales. Por si fuera poco, se añaden el arzobispo y sectores anticonstitucionales bien alimentados bajo su cobijo. Como dice un amigo capellán, el cardenal Cañizares se ha propuesto vaciar las iglesias. Sabe de lo que habla, porque conoce a la parroquia. Sin embargo, Isabel Bonig aún cree que todos los que van a misa votan al PP, mientras que cada vez son menos los dirigentes populares que cumplen el precepto cristiano. Bonig ha tenido una oportunidad magnifica para defender la libertad de expresión del prelado, faltaría, pero al mismo tiempo alejarse del cáliz del pastor de la catedral. Síntoma que refleja la falta de sintonía con una parte de sus votantes.

Por otro lado, el exconseller Luis Santamaría, la mano que mece la cuna de Bonig en Valencia ciudad, sigue instalado en una de las trinchera de la batalla de Valencia, igual que aquel solitario miliciano vietnamita encontrado muchos años después en la selva todavía en posición de ataque. El autor de aquel redactado sobre señas de identidad, a la altura de cualquier aprendiz de Sabino Arana o Artur Mas, no ha tenido bastante con el revolcón legislativo de los nuevos tiempos, sino que alienta al grupúsculo que se opone al acuerdo de Real Acadèmia de Cultura Valenciana con la Acadèmia Valenciana de la Llengua (AVL). Curioso que todo un exconseller de Justicia no haya advertido a esa tropa que hacer campaña contra la AVL significa cuestionar la Constitución, de donde emana el reformado Estatut „que impulsó el PP„ que recoge que la capacidad normativa del valenciano recae en la AVL.

Bonig y Santamaría, como José Císcar, llevan al otrora partido hegemónico valenciano a los peores resultados de su historia, cuando paradójicamente el PP puede ser el ganador de las próximas elecciones. Mientras sigan con lastres tan poco transversales, lejos están de volver al poder, al tiempo que cimentan la alianza entre Ximo Puig y Mónica Oltra, pese a revolcones como el vídeo sobre el orgullo valenciano. Hecho mal y a destiempo. Aunque nunca sabremos quien fue el alma caritativa que dio rienda suelta a sus patrióticos principios. Entre otras cosas, porque en las únicas parcelas donde no se practica el mestizaje político son en Presidencia y Vicepresidencia. Las dos áreas menos transparentes, vaya por donde.

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