Ya no vemos la tele... como antes. Sí que seguimos, no obstante, pegados a la pequeña pantalla con muchos minutos al día, en concreto 231 diarios, es decir, tres horas y 51 minutos por jornada. Es cierto que con la llegada del buen tiempo este consumo desciende y eso ya se ha dejado notar en las audiencias de mayo. También influye, como contábamos en esta misma columna hace justo dos semanas, que el final de muchas de las temporadas de series aboca al espectador a otros menesteres. Pero no he venido aquí a hablar de datos de audiencia, sino del modo de consumo. Decía al principio que ya no vemos la televisión como antes. Sobre todo la «generación Y», los «millennials» o como quieran llamarlos. Vamos, los nacidos entre los años 80 y 2000. Aunque algunos de tiempos anteriores también se pueden sentir identificados con este segmento en cuanto a su modo de devorar ficción. La tendencia actual es consumir contenido „sobre todo series„ mediante plataformas de vídeo bajo demanda o en «streaming» por la web. Vamos, televisión por internet. Entonces, ¿qué vemos? ¿Televisión o internet? Les lanzo el debate.
Nunca he conocido a nadie que tuviera un audímetro, ni a nadie que conociera a alguien que lo tuviera. Ni la regla de los seis grados creo que podría aplicar. Hasta ahora las audiencias se medían con estos aparatitos, muy parecidos a los billetes de 500 euros, que sabemos que existen pero pocos los han visto. Sin embargo, con nuestro nuevo modo de consumir televisión se hace más complicado cuantificar la audiencia real y total de las series y programas. A ello se le une el factor de la «audiencia social», es decir, la repercusión en redes de determinados espacios. La labor de los programadores se complica; ya no vale retirar programas por baja audiencia. Ahora hay que poner la mirada también en las plataformas, el «streaming», y las redes. Vamos, una mirada camaleónica.
