Escribía el otro día la consellera de Igualdad que lleva un año rescatando personas. Sin embargo, ya ha replicado el Síndic de Greuges para enmendarle la plana por su actitud ante la dependencia y el copago. Le recrimina en su informe anual, en ese año donde Mónica Oltra presume de bondades, que vulnere, presuntamente, derechos en tres asuntos sociales: la protección de personas en situación de dependencia, los reconocidos a las personas con discapacidad y en aquellos destinados a las capas más débiles de la sociedad que por falta de empleo carecen de recursos para mantener su adecuado bienestar personal y familiar.

El Síndic, además, señaló a Igualdad como una de las cuatro administraciones valencianas que no ha aceptado sus recomendaciones para hacerlo mejor. El criterio de la conselleria es que tienen prioridad los vivos en materia de ayudas a la dependencia. Así, como se escribe. Y los familiares de algún fallecido que han invertido tiempo, ayuda, dinero y que han sido el sostén del enfermo quedan a la cola en cuanto a la indemnización. En muchos casos siguen sin cobrar y asfixiados por la Administración que también debería rescatarlos. Lo que acumula quejas y protestas. Y con razón.

La realidad es tozuda. Y por más que se escriba sobre la buena gestión, y en esto lo hacen todos, no se pueden esconder las tremendas cicatrices que ha dejado la crisis y que han abierto en canal la economía de las personas. Ni las injustas medidas que se han adoptado para salvaguardar la riqueza de los que más tenían y que ha dejado a una de cada tres personas sin poder calentar la casa en invierno o sin comer carne una vez a la semana o incapaces de hacer frente a gastos imprevistos. Y con dificultades para terminar el mes.

No se gestiona bien si un tercio de la población está desprovisto de los recursos imprescindibles para hacerse cargo de las necesidades básicas. Del mismo modo que la economía y el empleo en la Comunitat tampoco van bien si casi la mitad de los valencianos cobran por debajo del salario mínimo. Y en ello, Igualdad tiene mucho que hacer. Lo primero, asegurarse de gestionar con un principio fundamental, el reparto igualitario de los recursos para todos, porque son todos los que lo necesitan. Los dependientes, los que lo fueron y ahí están los que ayudaron a que salieran adelante y que ahora heredan su deuda. Olvidar la igualdad es faltar al primer principio básico para gestionar una administración, al compromiso con el ciudadano y, además, a un deber legal. Un año rescatando personas dejándose por el camino a los herederos de los dependientes no es un buen balance, porque también necesitan de su conselleria, como desoír al Síndic cuando se lo advierte, tampoco.