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Gestos feos

El respeto por las normas parece haber quedado en un segundo plano para imponerse el criterio dogmático aunque choque con la ley en determinados casos

No dejan de sorprender determinadas actitudes de los ya no tan nuevos gobernantes que llegaron al poder esgrimiendo por encima de todo la transparencia y el respeto a la ley como forma de diferenciarse „para bien„ de quienes les precedieron en los cargos. Sin embargo, a la hora de la verdad el respeto por las normas parece haber quedado en un segundo plano para imponerse el criterio dogmático aunque choque con la ley. Así les ha ocurrido, por ejemplo, al conseller de Economía, Rafael Climent, y su director general de Comercio, Nacho Costa, empeñados en imponer a sangre y fuego su doctrina sobre los horarios comerciales aun saltándose los procedimientos; consiguiendo solo enredar aún más la caótica situación heredada de la gestión del exconseller Máximo Buch.

Esa misma precipitación ha llevado al acalde de Valencia, Joan Ribó, a una sonora derrota judicial frente al asesor del PP Luis Salom. Por mucha razón política que se pueda tener, las formas son fundamentales en democracia y no respetarlas puede llevar a perder esa razón. Las prisas son siempre malas consejeras en estos casos, como está comprobando también el concejal de Movilidad, Giussepe Grezzi, con las señales de tráfico solo en valenciano contra el criterio de los técnicos y dando nuevamente argumentos de forma gratuita a la oposición, encarnada esta vez en el delegado del Gobierno, Juan Carlos Moragues, quien echando mano de la ley „otra vez la ignorada ley„ ha puesto también en solfa una nueva decisión municipal.

Con todo, resulta aún mucho más incomprensible la actitud exhibida por el presidente de la Autoridad Portuaria de Valencia, Aurelio Martínez, negándose a comparecer ante las Corts alegando que depende del Ministerio de Fomento. Pero olvidando, sin embargo, que ha sido nombrado por decisión del presidente de la Generalitat, Ximo Puig, quien quizás „y gracias a esa ascendencia„ debería hacerle recapacitar sobre cómo afea su gesto la proclamada voluntad de impulsar una regeneración democrática. Sobre todo, porque recuerda a las excusas esgrimidas en el pasado por altos cargos del Gobierno central del PP para negarse a comparecer en la Cámara autonómica entre aceradas críticas de los socialistas y de Compromís.

El 24M abrió una etapa de esperanza entre quienes esperaban la citada regeneración democráticas. Hechos como los mencionados aquí, sin embargo, agotan el crédito y recuerdan a otros acaecidos en el pasado reciente y justamente criticados y denunciados.

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