Valencia recibe desde hace unas horas a expertos de todo el mundo en el Foro de Ingeniería del Transporte, que este año pone el acento, como cabría esperar, en un transporte «eficiente, seguro e inteligente». Nos apuntamos, claro. Todos lo hacen y el alcalde de Valencia, Joan Ribó, el primero. Por el momento, espoleado por el hiperactivo edil Giuseppe Grezzi, ya ha sacado los coches del entorno de la Lonja y el Mercado Central; pretende dar alternativas con la apertura del «parking» de la plaza de Brujas y planea una auténtica revolución en la Empresa Municipal de Transportes (EMT), con nuevos autobuses (eléctricos), y reestructuradas rutas que no imperativamente pasan por el centro. Para mí que Ribó no se conforma con lo anunciado y que quiere ir más allá, mucho más allá. Está convencido de que está en el camino correcto y se ha puesto a ello. Antes de que acabe su mandato veremos más zonas peatonales y «pacificadas» al tráfico, los carriles bici ganarán al menos 17 kilómetros y hasta las furgonetas de reparto tendrán que sujetarse a un estricto horario y moverse por electricidad o en su defecto acreditar una emisión mínima de CO2. El alcalde no lo ha dicho todavía, aunque estamos seguros de que piensa en ello.
Es lo que hay: tiempos y tendencias modernas sin las que no es posible cumplir con los acuerdos de París. Además hay tecnología y conocimiento para poner en práctica sus objetivos, como se ha puesto de manifiesto en el Foro de Ingeniería del Transporte que se celebra en Valencia. Bicicletas, transporte público y peatones (benditos caminantes) apoyados en modos de energía sostenibles son el futuro. No confundir con la ciencia ficción. «Antes hacíamos las ciudades para el tráfico y hoy se diseñan y transforman para sus vecinos», escuchamos ayer. Esa es la realidad y el único camino a seguir.
