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Dar en el blanco

Una flecha bien dirigida se clava en el centro. Una pequeña idea puede producir grandísimos efectos. Claro ejemplo es «Save my bag». O sea, «Protege mi bolso». La iluminación consistió en crear un «bolso nodriza» capaz de contener otro bolso de menor tamaño, presto a ser utilizado en el momento oportuno. Feliz hallazgo para las mujeres que, al término de su jornada laboral, han de acudir a una cena, un cóctel o algo parecido, puedan llevar su sofisticado bolsito de noche dentro de ese bolso/kanguro, bien resguardado y presto a salir pimpante de su refugio, el cual ha servido, además, como contenedor de todo lo que se ha necesitado a lo largo del día.

Esa fue la idea original, puesta en marcha por Stefano Agazzi y Valentina Azzia en Bergamo, preciosa ciudad italiana que en realidad son dos, puesto que se extiende en dos alturas, y de la que guardo un recuerdo imborrable. Bergamo, además de su hermosísima plaza en la parte antigua y una buena porción de iglesias y monumentos, rinde tributo a sus hijos ilustres: una estatua de Juan XXIII, «Il Papa buono», y un interesante museo de Gaetano Donizzetti, el autor de Lucia di Lamermoor y otras óperas célebres, para honrar su recuerdo.

Pero volvamos a la afortunada iniciativa de Agazzi y Azzia, que salió de Bergamo y ha sobrepasado todas las previsiones. Los ejemplares «Save my bag» superaron su prevista misión de nodrizas protectoras; eran tan atractivos por su ligerísimo material tecnológico y su bello colorido, que se convirtieron en objeto deseado por sí mismo y, elaborándose en distintos tamaños, se han erigido en un auténtico boom de la moda actual.

Llegaron a Valencia de la mano de Lila Albanozzo, que los presentó en su boutique Il baco da seta. Ahora, ella y su hijo han pasado a ser los agentes exclusivos en España de los solicitadísimos «Save my bag». Una tienda monomarca en la calle Isabel la Católica inició en febrero el camino del éxito. Anteayer se inauguró oficialmente la tienda de Alicante y antes del fin de año se abrirán las de Madrid y Barcelona, sumándose a las existentes en Singapur, Corea del Sur, Polonia, Sudáfrica, Japón y, por supuesto, en el Bergamo natal, así como en Roma y Milán. Una invasión multicolor y de excelente acogida.

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