Los altocúmulos son mágicos. Blancos y algodonosos flotando en el cielo, organizados en hileras como guardianes del aire en lo alto. Visto en perspectiva, el cielo de altocúmulos es un vaivén de corrientes de aire que suben y bajan y condensan el vapor de agua en una formación de lógica trayectoria pero de difícil comprensión, sin embargo, para el ser humano.

En la Meseta, durante estos meses cálidos del año se pueden observar preciosos cielos de altocúmulos, con sus bases cenicientas y planas, como cortadas todas por el hilo de Ariadna. Y, mientras, en el suelo, extensas praderas de verde cereal en crecimiento, salpicadas por rojas amapolas. Es un cuadro de Monet, pero real. Con la magia del pincel impresionista. Un lienzo impresionante de belleza que en estas semanas podemos disfrutar. Porque en medio de este mundo cruelmente desigual, de sobresaltos terribles, hay sosegados brillos de azul y blanco en el aire que nos reconcilian con nuestro planeta. Son maravillas de una naturaleza delicadamente evanescente.