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Pese a Trump, el imperio progresa

Es bueno que su partido confirme a Hillary Clinton como candidata a la Casa Blanca, sin esperar el espaldarazo de la convención demócrata de Filadelfia. No ocurre lo mismo con Donald Trump en las filas republicanas, pese a haber eliminado en primarias a todos sus rivales, también carcas pero menos. Este personaje no llena precisamente de orgullo a todo el aparato conservador, aunque sea improbable que en la propia convención aparezca un gallo tapado. Además de primera dama en las dos legislaturas de su marido, la señora Clinton hizo un buen papel como secretaria de Estado en el primer mandato de Obama, lo que avala una experiencia política de la que carece Trump. Además, es la primera mujer nominada en la historia de los EE UU para ejercer la presidencia.

Obama y la candidata significan mucho como símbolos de progreso en la mayor potencia del mundo. Pero la irresistible ascensión de Trump, racista, imperialista y antifeminista, que señala el exacerbamiento de la derecha en una parte del país profundo, envalentonada por los belicistas Bush y articulada ya en el influyente Tea Party. Obama concluye su tiempo con minoría demócrata en las dos cámaras legislativas y deja en manos de la sucesora puntos básicos de su programa abortados por los republicanos. La próxima legislatura no será cómoda para Clinton aunque atempere sus planteamientos a fin de lograr mayorías en las cámaras.

Resulta novedoso y positivo que el segundo candidato demócrata, Bernie Sanders, no dé por concluida su campaña hasta la convención de julio. Es dudoso que espere de ella un vuelco a favor, pero habrá arraigado ideas y programas que en Europa se entienden como pacifistas, ecologistas y constituyentes del Estado de bienestar, pero son izquierdistas en la mentalidad de EE UU. En todo caso, un izquierdismo que nunca consiguió en primarias una cuota comparable en delegados. Todo apunta a la polarización ideológica y la candidata deberá demostrar que un segundo Clinton en el poder, denostado y ridiculizado por Trump (que seguramente aplaudió al segundo Bush) es lo mejor que podía ocurrirle al país para afinar su melodía en el concierto mundial.

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