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Confesión agnóstica

La política tiene un costado de gran guiñol, no acabo de entender como dos titiriteros fueron a parar al trullo en habiendo tantas vocaciones mucho más peligrosas, pero es muy arriesgado ir por la vida de pequeña empresa. Sin cerrarse a las sorpresas gratas, no esperemos gran cosa de la política: no es lógico ni prudente. El presidente catalán, Carles Puigdemont, estaba muy ufano porque los Reyes le habían traído un govern con seis marchas y turbo, incluso se permitía ironizar sobre las interinidades de Mariano Rajoy que, por lo visto, pilotaba un scalextric de alquiler, ahora los de la CUP, que tienen el lado tierno y energúmeno de los comuneros, han apeado al de Girona de la cátedra. Por listo.

No escucho debates, ni sigo campañas: no quiero que me quiten las ganas de votar. Hace diez años, éramos obedientes apiladores de ladrillos, los ecologistas se conocían todos y ahora hay tantos revolucionarios que, sin duda, nos superamos. O supuramos. Yendo mucho más cerca, a las últimas elecciones, comprobamos que Alberto Garzón gustaba mucho por su integridad, pero le votaban en proporción inversa a tan desbordado cariño: a ver si hay alguien coherente, coño, así podré dejar de serlo mucho más tranquilo. Algunos somos, en política, aún más agnósticos que en religión que, a fin de cuentas, es la forma lírica de la credulidad.

A veces, hay milagros: como la convergencia de mareas, compromisos -¿bailaremos por Sant Joan?- y conexiones con el poder y el querer. Hemos sido casi tan listos como la derecha que va en bloque al colegio electoral y a misa de doce: por si el santo sale milagroso. Solo nos ha fallado el PSOE, ellos sabrán, para empujar juntos en el Senado, el dique inmovilista del llamado andamiaje constitucional. Y es cierto, Pablo Iglesias tiene una hermosa y ordenada cabeza, en la línea de El Greco, pero desconocemos en color de sus titilaciones. Pero están Colau y Carmena y mucha más gente y sí, hay que intentar reconstruir la socialdemocracia (con lo que quede del PSOE), hace casi cuarenta años que no está. Pero se le espera.

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