El psiquiatra Claudio Naranjo define la «mentalidad patriarcal» como una «pasión por la autoridad, el ego patrístico, un complejo de violencia, desmesura, voracidad, conciencia insular y egoísta, insensibilidad y pérdida de contacto con una identidad más profunda». A buen seguro que Omar Mateen, cruel autor del asesinato a tiros de 50 inocentes, encajaría en esta mentalidad tóxica. Antes de la masacre juró lealtad al Estado Islámico, obsesivo enemigo de otras opciones sexuales. De ahí que, en esta ocasión, el punto de mira haya sido un club gay de Orlando (Florida).

Esta sádica matanza ejemplifica la atrofiada perspectiva de tantísimos individuos: una visión del cosmos tan cortoplacista, tan carpetovetónica, que acabaría convirtiéndose en caricatura si no fuera porque, tomada en serio, resulta harto dañina moral, psicológica y emocionalmente. Aquí no cabe apelar a la «locura». El sádico homófobo es como usted o yo, aunque ejerciendo la violencia de una manera despiadada, cruenta, delirante. El trasfondo de esta barbarie requiere introspección: «el asesino „radical, fanático, religioso islámico, loco„ deviene otredad, yo no soy así». Esta delirante idea diseña una frontera ficticia entre mi existencia y la de otros, a los que no considero mis semejantes. Todo cuanto acontece a nuestro alrededor deviene prótesis inexorable de nosotros mismos.

¿Y si la educación contribuye a fomentar aquella mentalidad patriarcal? ¿Qué grado de responsabilidad moral atribuirle a quien critica o estigmatiza la diversidad sexual? ¿Cómo cultivar una mente matrística cuando el patriarcado cosifica otras perspectivas? ¿Qué decir de quienes, pervirtiendo su poder jerárquico y mediático, claman contra un fantasmagórico «imperio gay»? Las emociones destructivas „odio, incomprensión, falta de empatía, delirio moral y una dictadura de la «normalidad»„ edifican violencias aterradoras, de ahí la fragilidad que separa la línea malévola entre Omar Mateen y otros psicópatas teñidos de «ortodoxia».

Me pregunto también si hay tanto abismo entre esos dogmáticos que ultrajan el nombre de materias como ética o filosofía „en tanto que maestras de libertades y valores morales universales„ y aquellos fanáticos radicales denostados „paradójicamente„ por los propios enemigos de la libertad. O esos padres „remarco padres, en masculino viril y macho cabrío„ que educan a sus hijos para ser «hombres» presumiendo de valores patriarcales opresores. ¿Y qué decir de esas miradas inquisidoras de mentes inquisitoriales ante realidades humanas como una pareja de gays o lesbianas? Así pues, antes de soltar tópicos manidos sobre el islamismo radical, o sobre la ausencia de cordura y el exceso de locura, o sobre los otros tan distintos a mi ejemplar y hermosa existencia, convendría resetear nuestra estructura cognitiva.

Mirémonos nuestros demonios, similares a quienes actúan „como Omar Mateen„ desde la sinrazón, el delirio y la defensa de su verdad. Quien depure e identifique estos demonios engrandecerá nuestra conciencia particular y planetaria, acercándose a una identidad más profunda y humana. El resto, infinitamente mezquinos, expanden y contaminan el planeta con sus delirios: por ejemplo, el fantasma del imperio gay y otras patologías similares.