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De carteles y besos

El arzobispo de Valencia, Antonio Cañizares, ha convocado mañana a numerosas entidades, personas e instituciones a un «acto de desagravio» a la Virgen de los Desamparados por el cartel de una asociación que mostraba a la Mare de Déu y la Virgen de Montserrat besándose con cierta pasión. Vaya por delante que a mi, personalmente y no soy creyente, el cartel no me gustó. No por lo que mostraba„ni mucho menos„, sino porque no estaba diseñado, en mi opinión, para normalizar, denunciar o visibilizar alguna de las múltiples y vergonzosas situaciones de exclusión con las que todavía se enfrentan gays y lesbianas en nuestra sociedad, sino con el único ánimo de molestar innecesariamente al de enfrente. Y a mi, todo lo que conscientemente busque alejar a las personas entre si no me gusta. Y ya está. así de simple. Se puede poner en valor lo propio sin ofender al de enfrente.

Y es verdad, y lo comparto, que es muy alarmante que en nuestra sociedad ofendan más los besos que la violencia, que moleste más ver a dos mujeres o dos hombres mostrando su afecto que imágenes repletas de dolor, falta de respeto e intolerancia. Cada reacción repleta de ira contra cualquier gesto de amor, venga de donde venga, nos acerca más a la barbarie y nos aleja de la evolución como especie. Pero tampoco creo que construya nada positivo utilizar frívolamente el amor que a tantas personas le supone una lucha diaria e incluso la vida en muchos lugares del planeta como arma para separarlas de otras tantas que también aman, en este caso, a sus imágenes religiosas.

Siempre he pensado que no construye nada positivo ni de futuro atacar el amor entre las personas -sean del mismo sexo o no„ y escasa altura moral evidencia quien así lo haga, en la calle o sobre el púlpito, faltando al respeto no solo al colectivo destinatario de los improperios sino a toda la sociedad en su totalidad, que quiere vivir como quiere vivir, no como marcan unos cánones como mínimo anticuados. Muchas personas, dirigentes políticos e instituciones estarían en perfectas y legítimas condiciones de exigir también un acto de desagravio público por las continuas faltas de respeto e ingerencias en su vida privada o labor institucional recibidas desde hace tiempo por la máxima autoridad de la Iglesia valenciana. No solo gays y lesbianas. También las mujeres en general, los divorciados y un largo etcétera. Desagravios, pero para todos.

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