Resulta difícil de entender que Mariano Rajoy, a fuerza de repetir, insista en que ha de gobernar el partido político que consigue mayor número de votos en el escrutinio después de lo ocurrido en las elecciones del pasado diciembre. Estamos en una repetida campaña electoral porque el Partido Popular, tan propicio a una gran coalición incluyendo al PSOE y a Ciudadanos, no respetó que en una democracia parlamentaria hubiera una coalición de gobierno con mayor número de diputados que el suyo propio. A sabiendas de que un Podemos en alza no iba a facilitar un gobierno de centro izquierda, reventó la coalición formada y abocó a la ciudadanía a unas nuevas elecciones.

Si el Partido Popular no se ha dado cuenta todavía de que hay un 70 % de votantes que no quiere que siga gobernando y que su líder es el peor valorado en las encuestas, debería hacer una profunda reflexión porque atender a ese importante porcentaje es también respetar la voluntad de los electores, muletilla ésta que tanto le gusta al presidente en funciones. ¿Qué va a pasar el 27 de junio? Lo único que aventuran los sondeos demoscópicos es que ningún partido político alcanzará la mayoría absoluta. Es decir, volvemos al caso anterior y por tanto Rajoy volverá a decir que ha de gobernar el Partido Popular.

Pero es posible que no volvamos a estar en una situación similar a la de diciembre. Ahora, el factor calve para una posible alianza de izquierdas ya no es el referéndum de Cataluña. Si el 27 de junio nos despertamos con que Podemos obtiene mayor número de votos que el PSOE y Ciudadanos continúa pidiendo la sustitución de Rajoy como condición ante un posible pacto, la parálisis estará de nuevo más que garantizada. Bien es verdad que es el partido socialista quien lo tiene más difícil en esa nueva situación. Hacer a Pablo Iglesias presidente del Gobierno de España sería un sapo muy difícil de tragar.

¿Iríamos en última instancia a un gobierno de concentración de centro izquierda situando como presidente a una persona de reconocido prestigio y conciliador con un programa de mínimos y una distribución razonable y proporcional de carteras ministeriales? El yo no y tu tampoco va a seguir funcionando y lo que es peor, el ciudadano se va a preguntar para qué sirve su voto después de tanto ejercicio democrático.

Y todo esto sin hablar del problema catalán que va a seguir existiendo y escuchando los acordes de la misma música. Se acerca una España difícilmente gobernable en la que una gran parte de nuestra clase política ha hecho más que méritos para pasar al retiro. Ganar o no ganar, esa no es la cuestión. Ni la acepción que han dado hasta ahora nuestros líderes políticos pensando que el resto de ciudadanos somos idiotas. Para gobernar y gobernar bien, ganar ya no es suficiente.