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José Sierra

Un poco más desertificados

Naciones Unidas ha declarado hoy el Día Mundial de Lucha contra la Desertificación. Creo recordar que «celebramos», es un decir, algo parecido hace unos meses, pero da lo mismo. Es necesario colocar de vez en cuando unos hitos que nos recuerden la vulnerabilidad del territorio en el que y del que vivimos. De hecho, la Comunitat Valenciana está hoy un poco más desertificada que ayer tras el último incendio y quizá por ello es exigible recordar que nuestro territorio es uno de los que mayor riesgo de desertificación sufre en Europa.

Hace unos años, la desertificación se percibía como uno de los mayores problemas medioambientales de la Comunitat Valenciana, gracias al trabajo de investigadores como J. L. Rubio, Patricio García Fayos y Juli G. Pausas, Juan García Sánchez, Artemi Cerdá o Jorge Mataix, entre otros (perdón por los olvidos), del desempeño de las universidades y del olvidado Centro de Investigaciones sobre Desertificación (CIDE). Hoy parecen preocupar más otros grandes problemas, como el cambio climático, las sequías, los incendios, la contaminación atmosférica, etc., algunos íntimamente relacionados con la desertización. Quizá hay un error de concepto; desertización no es sinónimo de que la arena del desierto llegue a la puerta de nuestras casas, aunque sin duda así será si no se adoptan medidas, sino que es algo más mortífero: se trata de un proceso de degradación ecológica en el que el suelo fértil y productivo pierde total o parcialmente el potencial de producción. Dice Naciones Unidas que parte de las bondades de nuestro modo de vida se sustentan en la degradación del suelo. De cada tres hectáreas que en su momento fueron productivas, una es ahora prácticamente inservible. Lo vemos a nuestro alrededor en montes pelados y sin suelo capaz de devolverles a la vida; campos abandonados que con cada tormenta pierden miles de toneladas de suelo fértil irrecuperable. También hay problemas de desertificación en los miles de migrantes que huyen del Sahel. Pese a ello, la ONU advierte de que la tendencia sigue siendo destruir nuevas tierras en lugar de restaurar y reutilizar las ya degradadas. El año pasado, 193 países se comprometieron a alcanzar la «neutralidad» en la degradación de la tierra antes de 2030, recuperando una hectárea de suelo por cada hectárea dañada, pero por el momento no parece que esta sea la prioridad política que Naciones Unidas reclama.

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