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Las distintas caras del populismo

Unidos Podemos intenta el sorpasso por tierra, mar y aire. Un día es a lomos de la socialdemocracia, otro del peronismo, al siguiente abrazando por la mañana el patriotismo español en Madrid y por la tarde los derechos independentistas en Cataluña; de vez en cuando presumiendo de realismo político y de leer a Carl Schmitt, kronjurist del Tercer Reich, como es el caso de Iñigo Errejón, que a la vez es capaz de emocionarse con Evita. El propio Iglesias admitió no hace mucho los rasgos peronistas que adornan a Podemos, aunque seguramente no hacía falta dado el hostigamiento de sus seguidores a los adversarios como se ha demostrado no hace mucho con las agresiones en Vallecas a Albert Rivera.

El PCI, que acuñó el término sorpasso, no ponía tantas velas y en tan diferentes altares cuando en1976 Enrico Berlinguer quiso adelantar a la Democracia Cristiana y abanderar el partido hegemónico de Italia. Una vez rotos los puentes con el estalinismo, simplemente apelaba al cambio por medio de una nueva dialéctica eurocomunista. No pudo lograrlo, y la Balena bianca de De Gasperi, que había gobernado desde la posguerra, siguió en cabeza gracias a unos puntos de ventaja. En España, a mediados de los noventa, la izquierda de Julio Anguita despertó bruscamente del sueño de sobrepasar al PSOE.

La que hoy lidera Garzón ha decidido, tras alguna que otra discusión interna, engancharse al carro populista de Podemos, que está a punto, según la demoscopia, de adelantar a los socialistas echando mano de media docena de reclamos distintos o transversales, pónganles el adjetivo que quieran, pero en sí mismos contradictorios con el progresismo que se predica. De acuerdo con la ortodoxia es mezclar agua y aceite, aunque tampoco resulta nuevo: forma parte de la vieja estafa populista del peronismo que emula Podemos y arrastra a IU.

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