El cardenal arzobispo de Valencia celebró el jueves un acto de desagravio a la Verge dels Desamparats por lo que él entendió una grave profanación al aparecer en un cartel la patrona besándose con la Moreneta con motivo de la celebración del Día del Orgullo en Valencia.

Para dejar de herir los sentimientos de los católicos valencianos y los del resto de los hombres y mujeres de buena voluntad, según emitió el Arzobispado en un comunicado, se rezó el rosario y se celebró una misa en honor a la Virgen María. Y con ello desagraviados todos. La verdad es que conocida la ofensa a las arcas valencianas por la visita del Papa espero que el cardenal tenga pendiente también unos cuantos rezos. Pero, al tema. El hereje cartel, Estima com vullgues, sólo mostraba un beso que, entre tanto esperpento visto últimamente, era de lo más bello. Un beso, ¿qué mejor muestra de amor?

Algo que, precisamente, el cardenal debió demostrar y no hizo. Como no lleva haciendo desde hace mucho. Ni amor, ni tolerancia, ni respeto. Y por ello se ha ganado a pulso que la Fiscalía Provincial de Valencia le haya abierto diligencias por la denuncia que le presentó el colectivo homosexual Lambda con el respaldo de otras 55 entidades cívicas, sindicatos y partidos políticos por declaraciones homófobas y machistas. Porque los muros de las iglesias no son inmunes a la ley. Con la iglesia ya no se topa, monseñor.

Y qué vergüenza. Vergüenza porque un hombre de paz que sube a un púlpito cargado de fe está siendo investigado por atentar no sólo contra la libertad sexual de las personas, lo que ya constituye un delito penal, sino porque sus palabras, lejos de conciliar y dar esperanza, pueden ser constitutivas de un posible delito de incitación al odio. Y no, retirarlas no las borra. ¿Y un beso agravia? ¿Y cómo tolera el odio su moral cristiana?

Pero el cardenal, tan dado en meterse en jardines, no le bastó con dedicar un discurso lleno de posibles injerencias a la ley a un colectivo social, insistió y replicó por carta al Consell cuando presidente y vicepresidenta salieron en su defensa y de «cobardía, estupidez y traición» tildó la acción del jefe del ejecutivo. De pellizco de monja.

De todo menos como en Trento. Tengo una pregunta cardenal, ¿cuántos rosarios cree que tendrá que rezar su jefe para desagraviarnos a todos los valencianos por habernos tocado usted en suerte?