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Esos ingleses

Puede que Inglaterra nunca se haya entusiasmado con el proyecto europeo, seguro que no. Hasta es posible que haya intentado reventarlo desde dentro con ese sistema -tan inglés- de demora exasperante, juego a varias bandas y cara de póker. Jorge Herralde, autor de una esplendida antología de El mejor humor inglés (Anagrama) cita el caso de un artista ruso que tampoco entendía nada de sujetos tan peculiares: «Lo peor de ellos ¡es cuando son amables! Te arañan y te arañan y te arañan€y luego sacan un pequeño vendaje, te lo aplican graciosamente€y empiezan a arañarte de nuevo». Se refería a las clases altas, claro, la única pertenencia que, según los ingleses, especialmente los pobres, garantiza la condición plena de inglés. Comprendo al ruso: yo también necesito expandirme y abrazar a un desconocido.

Ese problema no lo tienen los ingleses que han hecho de la contención un arte. Y del poco interés por mestizarse. Mentiría si dijera que me caen bien pero, ojo, tienen la mejor tradición política del continente europeo. Y Europa jamás lo sería del todo sin ellos. Y no sólo por su herencia cultural que, de todos modos, es accesible. Ese evasor fiscal borracho que responde al nombre de Jean Claude Juncker, que procede de una cosa que se llama Luxemburgo, que ni país es, y que preside el «gobierno europeo», lo que da una idea de lo bajo que ha caído Europa, haría bien en sujetar sus incontinencias y alardes vengativos, que aprenda de Angela Merkel que, con mucho más poder, es más cautelosa que Francia o Italia, y eso que los del brexit han hecho del odio a Alemania un tópico para patriotas de pilila caducada.

Puede que Gran Bretaña, fuera de Europa sea hasta más europea. Ellos tienen lazos muy serios con su Commonwelth, su red de espionaje planetario Echelon y sus peonadas al servicio del imperio americano. Pero si quieren volver, reintegrarse un poco, establecer un convenio o convertirse en amigos con derecho a roce (friends with benefits), debemos olvidar la pueril venganza y prepararnos, por generosidad y conveniencia, a concertar un tal acuerdo. Y cuidado que saben negociar. Reciprocidad.

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