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Martí

Ha estallado la reflexión

El transatlántico tardaba seis días entre Southampton y Nueva York. Pasaba hace cien años, y era una oportunidad para las relaciones sociales, tanto que algunas compañías publicaban una gacetilla con noticias de la travesía. Cualquier ocasión era buena para intercambiar buena conversación. Un siglo después, puedes desayunar en Londres, comer en Nueva York y cenar en Barranquilla. En el telefono llevamos el mundo por montera, contestamos mensajes a perfiles desconocidos y reenviamos estupideces jaleadas por caritas, figuras, signos e iconos.

Tras la ceremonia electoral se impone la meditación, una tradición contraria a los tiempos pese a que los doctores de autoayuda recomienden una reflexión antes de dormir, y otra por la mañana antes de ponerse en marcha „el propósito de enmienda cristiano„. Lo que nos lleva a la conclusión que los sacerdotes actuales saben más de psicología que de teología, y que disponen de una parroquia más receptiva. Aunque los manuales de superación personal distan mucho de la literatura mágica de los textos sagrados de cualquier confesión, que apuntan siempre a la salvación colectiva, por encima de la individual. La apelación directa de la oferta política „las distintas versiones del defiende lo tuyo„, son tan contradictorias que sirven para un argumento y el contrario. Como también el significado abstracto del vocablo cambio.

El Brexit es un divorcio amistoso, donde queda negociar las condiciones de separación. Cuando una relación llega al final, el principio es irreconciliable, pero el tiempo va poniendo puentes. Oí hablar de europeísmo con pasión a un Vicent Ventura que estaba a punto de irse de vacaciones, un valencianista socialdemócrata que explicaba la conveniencia de un mercado común para el tejido productivo autóctono, sin olvidarse de los avances sociales. Su apostolado empezó en 1962 cuando participó en el IV Congreso del Movimiento Europeísta, que el franquismo bautizó como Contubernio de Munich. El totalitarismo tiende a cerrar fronteras, prohibir el libre albedrío, incluso a considerar que la flora y fauna está por encima de las personas.

Destruir es rapidísimo, a veces tanto que no te das cuenta.

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