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El "rajoyazo"

Sólo los lectores de mayor edad vivieron in situ el Maracanazo de 1950. Brasil, con el campeonato casi ganado, jugaba en casa, en el gigantesco estadio de Maracaná, contra Uruguay. A Brasil le bastaba un empate para alzarse con el título (no hubo una final propiamente dicha, sino una liguilla entre los cuatro semifinalistas, entre ellos España), y todo el mundo veía el partido como un mero trámite. Sin embargo, Uruguay venció (2-1), obtuvo su segundo campeonato, y provocó un psicodrama nacional en Brasil, cuyos efectos aún perduran, revivificados por el segundo maracanazo que fue la goleada de Alemania (7-1) en las semifinales del último Mundial.

Sin embargo, una revisión de los anteriores partidos entre Uruguay y Brasil mostraba que el Maracanazo tampoco era algo tan imprevisible. De once partidos jugados en los cinco años anteriores al Mundial de 1950, Uruguay había logrado vencer en tres, el último de ellos (4-3) en Sao Paulo, pocos meses antes del Maracanazo. Brasil fue víctima de sus expectativas y del encantamiento previos; además, claro, del mejor juego de Uruguay.

Tómense los anteriores dos párrafos futbolísticos como un sentido homenaje al triunfador de las elecciones, Mariano Rajoy, que sin duda habrá visto su triunfo empañado por la triste eliminación de La Roja en la Eurocopa. Rajoy venció, pero la verdad es que su victoria tampoco es suficiente para formar Gobierno; aunque previsiblemente sí que logre formarlo, dado el descenso o estancamiento de las principales fuerzas de oposición.

El triunfo del PP fue modesto, pero se vio acrecentado, en el imaginario colectivo, por la labor previa desarrollada por meses y meses de voluntariosas encuestas, que -como casi siempre, por otro lado- marraron en su pronóstico. Esta vez, además, de forma estrepitosa. Las encuestas delinearon un escenario de juego en el que parecía muy probable que sucedieran dos cosas: 1) un aumento significativo de los escaños atribuidos a los partidos de izquierda; y 2) el sorpasso, en votos y en escaños, de Unidos Podemos al Partido Socialista. No sucedió nada de eso, pero sí un incremento de votos y escaños del PP, modesto (un 4% y 14 escaños), pero incrementado hasta las alturas del Rajoyazo por su carácter sorpresivo, imprevisto.

¿Y los demás? Si leemos los resultados en términos de cambio respecto de diciembre, lo cierto es que los dos partidos que bajan son Ciudadanos y PSOE, mientras que Unidos Podemos se mantiene y el PP sube. Así que parecería que PSOE y Ciudadanos son los derrotados. Pero esta lectura es incompleta, y viene sesgada por las expectativas de las encuestas. Casi todas decían que Ciudadanos descendería algunos escaños, y muchas marcaban un pronóstico peor que los 32 escaños que finalmente obtuvo este partido. Así que el resultado, aunque malo, no fue terrorífico.

Todas decían que el PSOE descendería en escaños, pero sólo lo hizo en número de cinco. Y, sobre todo, el descenso del PSOE fue mínimo en votos (de hecho, aumentó medio punto en porcentaje), mientras que Ciudadanos se dejaba algo menos de un percentil. Por encima de todo, el PSOE dejó muy por detrás a Unidos Podemos y sus pretensiones de hacer un sorpasso a los socialistas.

Y aquí llegamos a la gran decepción de las elecciones. Unidos Podemos, Brasil, perdió más de un millón de votos, y se quedó clavado en los 71 escaños, los mismos que obtuvieron por separado los dos socios de la coalición (Podemos e IU), pero ahora con un reparto diferente: IU obtuvo menos diputados en diciembre que ahora. De hecho, el quinto diputado por Valencia, que en diciembre correspondió a Podemos (Txema Guijarro, entonces diputado cunero impuesto por Pablo Iglesias en la lista de Valencia y ahora cunero por Alicante), se lo ha llevado esta vez EU, con Ricardo Sixto.

En Podemos se pueden consolar diciendo que sin el pacto con IU la cosa habría sido peor, pero el resultado es el mismo: el partido (o confluencia de partidos) se ha quedado claramente estancado, y además se ha dejado llevar (era difícil no hacerlo, sin duda) por los cantos de sirena de las encuestas. Hemos vivido una campaña aburrida e insulsa cuyo principal aliciente ha sido el supuesto sorpasso de Podemos al PSOE? pero, al final, el único sorpasso es el que le ha hecho Mariano Rajoy a los partidos de la oposición. Éstos tuvieron seis meses para echarle del Gobierno y postular una serie de reformas (por ejemplo, de la Ley Electoral, que tanto preocupa ahora a Ciudadanos), pero ahora tendrán que conformarse, previsiblemente, con tolerar un par de años un nuevo Gobierno del PP. No es culpa de los electores, sino de ellos.

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