Los resultados de las elecciones generales del pasado 26 de junio, la decisión de los británicos de marcharse de Europa, el caos que vive Grecia o el crecimiento exponencial de la extrema derecha en muchos países de la Unión Europea evidencian la caducidad del discurso socialdemócrata al tiempo que la necesidad imperiosa de un nuevo relato socialista que recupere la confianza perdida y renueve las ilusiones frustradas.

Ese relato, como ha quedado demostrado, no puede seguir siendo la reivindicación de los logros conseguidos por esta corriente ideológica que lleva diez años viviendo de lo que hizo y sin plantearse lo que va a hacer, cómo lo va a hacer y cómo va a convencer a la gente para que crea que lo conseguirá. No seré yo quien ponga en cuestión la importancia de todas las políticas públicas y derechos conseguidos por el PSOE. Pero estarán de acuerdo conmigo si les digo que cuando los que tenemos menos de 40 años llegamos a tener uso de razón, la mayoría de esas leyes y derechos ya hacía tiempo que estaban en vigor por lo que mucha gente de esta generación no entiende que se siga hablando de algo que «ha existido siempre». Quizá por eso es en esa franja de edad donde menos simpatías despierta el PSOE.

Es evidente que ese nuevo relato tampoco es el que ha formulado Podemos, entre otras cosas porque Podemos solo nos dio un diagnóstico de la realidad e intentó aplicar una narrativa basada en héroes y villanos (los de arriba y los de abajo) para tocar la fibra sensible de los que ya habían perdido toda esperanza. Además, tampoco creo que ese discurso con tintes populistas y sin planes estratégicos realistas sea el que deba adoptar el PSOE.

Llegados a este punto cabría preguntarse hacia dónde tiene que virar el socialismo en España. Si hacia un centro moderado en el que no importe llegar a acuerdos puntuales o incluso a pactar gobiernos con el PP. O hacia una posición de centro izquierda que asuma, sin miedo, los grandes retos que ahora mismo España tiene en su agenda. Mi opinión es clara y rotunda; es necesario un discurso de izquierdas para volver a atraer los votos que le han sido prestados a Podemos y los que ya perdió Izquierda Unida para siempre.

Un partido de izquierdas en el siglo XXI tiene que entender que el capitalismo venció al comunismo tras la caída del muro de Berlín. Y también tiene que entender que estamos en la zona euro y que hay planteamientos económicos que, simplemente, no son realistas porque es imposible su aplicación. Así pues, lo más sensato sería analizar y explicar cómo se puede distribuir la riqueza antes incluso de que ésta se genere. Es decir, qué mecanismos cabría implementar para que la riqueza que genera un país no acabe en manos solo de unos pocos. Es sensato hablar de intervención de los Estados en la economía solo si se persigue el objetivo de hacer un reparto equitativo de aquello que un país produce, no para decir que no vamos a devolver la deuda porque nos parece ilegítima.

La socialdemocracia también debería superar alguno de sus miedos como, por ejemplo, no hablar de economía y no hablar de la necesaria intervención de los Estados en ella. O mejor dicho, de la necesidad de equilibrar la intervención absoluta del Estado que plantearía el comunismo o el populismo bolivariano con la liberación atroz de los mercados planteada por los conservadores ya que ambos extremos solo han conseguido ampliar la brecha entre ricos y pobres. Así pues, la creación de un sistema económico mixto que posibilite el fortalecimiento de las clases medias mediante la redistribución de la riqueza debería formar parte del nuevo relato socialista.

Otro de lo miedos que aún no ha superado el PSOE, y del que debiera despojarse cuanto antes, es el del modelo de Estado. No se puede hablar solo de que hay que reformar la Constitución, también hay que explicar cómo sería ese nuevo texto que firmarían los socialistas. En mi opinión, hay que tener menos miedo a preguntar a la gente qué quiere ser, así que tampoco entiendo ese miedo a las consultas, sean para lo que sean. Si verdaderamente se apuesta por un Estado Federal que ceda a las autonomías competencias para tomar decisiones más allá de lo que ahora se les permite, no debería ser tan escabroso plantear un gran debate, por ejemplo, sobre la financiación autonómica. Otra cosa es que solo se quiera ser federal en lo orgánico y centralista en lo institucional.

Resulta cuanto menos inquietante la incapacidad histórica del PSOE para comunicar. Conste que he seguido la campaña de Pedro Sánchez y debo reconocer que ha sido la mejor que ha hecho el PSOE en mucho tiempo por lo que a la comunicación se refiere. Pero para comunicar bien es imprescindible, no solo tener clara la estrategia comunicativa, sino tener un buen relato basado en un buen discurso y un mejor programa. Cuando alguno de estos dos ejes fallan, el éxito se aleja.