La parroquia Santa María del Mar de Valencia ha pedido el desahucio de una familia que regenta una pensión en un local propiedad de la iglesia. Tras 13 años de alquiler, la parroquia lo reclama para usos pastorales; no hay espacio para impartir la catequesis. Y por ello, un matrimonio, sus dos hijas pequeñas, los dos abuelos y cuatro inquilinos fijos de esa modesta pensión, que es de lo único que vive la familia, se van a ir a la calle.

Existen ciudadanos invisibles. Y salen una vez al año, como los pasos de Semana Santa. Cuando se les recuerda que Hacienda somos todos. O en esa lista de morosos, no la de cifras millonarias, en la que tiene a bien el ministerio publicar a aquellos a los que no les llegan los servicios del Estado, o les llegan mal, y sufren en primera fila los recortes y la austeridad pero que como no pagan, se les da a conocer como castigo. Hacienda somos todos excepto los que no son, ya nos lo dejaron claro. Pero esta familia no ha dejado de pagar el alquiler nunca. Ni de cumplir. Aunque a nadie en esa santa casa le importe.

Si el cardenal Cañizares no estuviera tan pendiente de hacer la guerra desde el púlpito o en sus particulares rifirrafes judiciales contra el mundo ya hubiera buscado soluciones, y no el juzgado, para no dejar a diez personas sin techo. Pero claro, los tribunales y no el diálogo, se han convertido en el caballo de batalla de la máxima expresión de la fe en Valencia. En sólo una semana tiene dos nuevos frentes.

De una parte, monseñor ha recurrido las becas universitarias de la Conselleria de Educación porque considera que vulneran derechos fundamentales de sus alumnos. La otra soflama le viene por parte del juzgado de Instrucción 18 de Valencia que, si en un principio inadmitió las denuncias presentadas por la Red Española de Inmigración y el colectivo Lambda referidos a sus palabras sobre los refugiados, el imperio gay y la ideología de género, ahora considera que tienen solidez por incitar al odio, homófobas y ser contrarias a la ley. En este sentido, ya fue apercibido por Roma por connotaciones xenófobas en sus discursos dominicales al hablar de los refugiados sirios. Pero no cambia el paso. El purpurado está más en los titulares que busca guardar voto de silencio, prefiere meter cuchara en la olla política que esperar la decisión de las urnas así como arengar ánimos a conciliar pueblos. Je suis más de Francisco, cardenal.