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Maravillas y milagros

En el inmenso muro de las lamentaciones de la izquierda, que atraviesa dos siglos y, últimamente, produce majaderos a toda velocidad (la aceleración del presente), en ese muro, digo, se deplora un día que no seamos como los catalanes y, al otro, que no luchemos como los griegos o los franceses. Muy pocas veces se preguntan como ser español (o valenciano) y de izquierdas, y no morir en el intento. Ni el electorado está enfermo, ni los votantes son tontos (no más que la media de los que votan otra cosa), ni se puede evitar que el voto sea libre ni que a los taurinos, les gusten los toros. Si no, no sería voto. No comprendo como, con tantas vocaciones de policía y de juez, esto no es una balsa de aceite.

Pero la izquierda no tiene malas cartas en absoluto. El PSOE ha aguantado bastante bien teniendo en cuenta tantas cosas, que es un milagro que siga entero (las pinzas del todo a cien son baratas). El pueblo ya votó, dos veces, ahora les corresponde a los políticos cerrar tratos: haced que parezca un sacrifico por la patria y dejad el piquillo para los debates en tribunas y ateneos, la repetición, me parece, ha beneficiado a alguien, y no ha sido a la izquierda. Y lo mejor: las mayorías rodillo ya no son la pescadilla recurrente que se mordía siempre la cola, como el ruido de una carraca.

Buena es, también, la papeleta de Compromís/Podemos, pese a que Cristóbal Montoro trata de estrangular a la Generalitat: el cerco de Numancia, pero con los céntimos. Aviso: a Montoro hay que llevarlo al tribunal de La Haya. Que un partido nítidamente de izquierdas y nacionalista haya tenido entrada en la Generalitat y en ayuntamientos que no sean el de Sueca (que nos viene de serie eso de tocar las pelotas), es algo que no me hubiera atrevido ni a fantasear: yo, que tengo el sueño húmedo fácil. Que un partido como Podemos, que casi ni existía cuando Montoro empezó a absolver delincuentes fiscales, tenga 71 diputados es una maravilla. Prefiero que se queden porque animan el baile, pero no digan eso de «arrancar las malas hierbas» porque todos lo somos y algunos, ni eso. Suena a cosa de feos y malcarados.

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