No cabe duda de que los toros forman parte de nuestra cultura, y de nuestra tradición. Y me interesó mucho leer en Levante-EMV la historia del origen de esa mezcla de toro y fuego en la batalla nocturna contra los cartagineses. Muy astuto el general íbero. Resulta extraordinario descubrirlo, documentarlo y hacer tesis doctorales sobre el tema para que nadie lo olvide. Eso es cultura, conocimiento, progreso.

Pero ese mismo progreso nos advierte de que, efectivamente, han pasado miles de años de aquel acontecimiento y, con el tiempo, afortunadamente ha cambiado nuestro punto de vista, nuestra manera de razonar, nuestro sentido de la convivencia con el mundo animal. Han cambiado las leyes, las miradas, la sociedad entera. Ahora vemos a los animales como compañeros imprescindibles con los que compartimos el planeta.

Hay tradiciones que se pueden mantener idénticas, la música, la vestimenta, el mercadillo medieval de turno, la manera de tejer o de bailar. Son tradiciones inocuas. Pero hay otras que necesariamente han de pasar por el filtro de la razón y del progreso, y que resulta vergonzoso seguir defendiéndolas. Distinguir unas de otras es sabiduría. La Inquisición (evito llamarla santa) fue una realidad de la que no estamos orgullosos (ya sé que algunos sí). Existió, ha sido representada en escenarios, y en romanzas, pero no se repite para conmemorar nada.

Hagamos obras de teatro imaginando toros embolados, representemos en la plaza mayor una corrida de toros con disfraces y pañuelos rojos simulando sangre y arena, recordemos nuestra historia y celebremos aquella batalla de íberos y cartagineses, pero no lo repitamos como si estuviéramos anclados en el día de la marmota sin capacidad de revisar la barbarie. Es cuando los festejos taurinos dejan de ser cultura para quedarse en crueldad y sinrazón, y nos convierten en trogloditas dispuestos a vivir en las cavernas (estupenda tradición), abusar de los débiles, adorar al becerro de oro o ajusticiar a un sabio porque afirma que la tierra gira alrededor del sol. Todo eso existió, está escrito y documentado, pero la verdadera cultura y el auténtico progreso es precisamente no repetirlo.