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Se impone claridad frente a los británicos

"Fuera es fuera", proclamó a modo de advertencia el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, antes de celebrarse el referéndum británico en torno al Brexit.

Juncker seguramente no siente especial simpatía hacia el primer ministro del Reino Unido, David Cameron, desde que éste trató de impedir su nombramiento al frente de la Comisión.

Y, sin embargo, el político luxemburgués tiene en este caso toda la razón. No es momento de medias tintas, sino que, una vez que triunfó el Brexit, tiene que haber claridad en el proceso de separación.

Está claro que la City no quería el Brexit y por eso Londres, como hicieron también los escoceses por otras razones, votó mayoritariamente en contra de la salida.

La capital británica tiene ahora mucho que perder como centro de las finanzas mundiales, siempre en dura competencia con Nueva York.

En Londres operan 250 bancos extranjeros, que dan trabajo a unas 160.000 personas y , según un estudio del Boston Consulting Group, hasta una quinta parte de esos empleos podrían emigrar ahora al continente o a Irlanda.

Londres es además una importante cabeza de puente para las empresas estadounidenses que quieren hacer negocios en Europa: la misma lengua, el mismo sistema legal y gobiernos siempre favorables al mundo empresarial y al libre comercio.

No es de extrañar que quienes mandaban y seguirán mandando en el Reino Unido - con o sin Brexit- intenten ahora dar largas al divorcio para conseguir de Bruselas el mejor trato posible de cara al futuro.

Así lo piensa, por ejemplo, el socialdemócrata alemán Klaus Hänsch, un veterano político que fue entre 1994 y 1997 presidente del Parlamento Europeo, en un artículo de opinión publicado en el "Süddeutsche Zeitung"

Para Hänsch la intención británica de aplazar el envío de la carta solicitando oficialmente la separación no es fruto de la confusión, sino de un claro cálculo.

Los británicos intentarán poner otra vez en práctica su vieja estrategia: influir todo lo posible en el futuro de la Unión - Europa sólo les interesa como espacio económico- para una vez conseguido su objetivo, abandonar el club.

Es una "cuestión de nervios", y se trata de saber quién cede antes, opina Hänsch. Éste no descarta del todo que termine cediendo la Unión Europea ante el claro temor del gobierno alemán de que, sin Londres ya como su mejor aliado, gane influencia el a sus ojos siempre gastador eje mediterráneo.

Mientras los británicos sigan formando parte del club, podrán participar de todas las decisiones y beneficiarse de todos los derechos y privilegios, y la Unión Europea "haría bien en no fiarse de la contención" mostrada últimamente por los impulsores de la campaña del Brexit tras las "mentiras y difamaciones" que la caracterizaron.

De ahí que, sin esperar siquiera la carta de separación de Londres, debiera el Consejo Europeo fijar las directrices para la negociación de la salida y el marco de las futuras relaciones con el Reino Unido y encargar oficialmente a la Comisión que prepare ese trabajoso proceso.

De ese modo se dejará claro al Gobierno de Londres que el voto a favor del Brexit no puede convertirse en un elemento de "folklore británico" dentro de la Unión", afirma Hänsch.

El ex presidente del Parlamento Europeo advierte al Gobierno de Angela Merkel contra la tentación de contribuir al espejismo de un "exit del Brexit" (una revocación de lo ya decidido).

Ello sería "hacerse cómplice de cuantos en Gran Bretaña y otros lugares quieren burlar el resultado de un referéndum o no tenerlo en cuenta", lo que alentaría la sospecha no sólo entres los británicos sino en el resto de los ciudadanos europeos de que la UE no es capaz de mantener "una posición clara".

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