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Información inútil

Tener acceso a más datos no significa necesariamente disponer de mejor información. Entre los datos y la información, de hecho, existe una distancia. Los datos nunca hablan por sí solos, necesitan de la comprensión. Roberto Rigobon, profesor del Centro Sloan de Administración de Empresas del MIT, los comparaba con los criminales: puedes hacerlos confesar, pero no siempre te van a dar la información que precisas. Los datos descontextualizados contribuyen, además, a la desinformación y no a una opinión pública solvente. Alguien tendría que ser capaz de ordenar la información que consumimos.

La consulta sobre la permanencia del Reino Unido en la Unión Europea desencadenó la misma noche después de haber sido formulada una avalancha de preguntas en internet sobre lo que era la UE y el propio Brexit. Hay que pensar, por tanto, que muchos de los votantes no sabían exactamente sobre lo que se habían pronunciado horas antes, porque los políticos que reclamaron su voto se preocuparon de apelar a sus emociones, no de mantenerlos informados como es debido. Ellos optaron por asumir lo que les decían y de repente les entró la picazón de la curiosidad, no sé si como sentimiento de culpa.

Eugeni Morozov escribió El engaño de la red, el ensayo madrugador que desmintió la idea extendida de que todo puede explicarse a través de internet. En él se acogía a fundamentos de la Escuela de Francfort de hace un siglo para criticar las enormes posibilidades que ofrece el ciberespacio de distraerse y, al mismo tiempo, despreocuparse del auténtico debate político. Esa despreocupación beneficiaría a los que hacen trampas para lograr sus fines como es el caso de los promotores del plebiscito en Gran Bretaña. Como el propio Morozov escribió: «La tecnología cambia con frecuencia pero la naturaleza humana casi nunca».

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