Aunque se empeñen los ingleses en irse de la Unión Europea, seguirán siendo europeos. Europa es un continente con acervo cultural e historia y la UE un club, regulado por tecnócratas, al que se puede pertenecer o estar vinculado. El resultado de la consulta del 23J, que se mueve entre el 52 y el 48 % por la salida o la permanencia en el espacio común europeo, es caldo de cultivo para que la crisis internacional esté servida. ¿Qué persigue el brexit, si no es el aislamiento y la ocultación de la descomposición del imperio británico? No es otra cosa que un repliegue para intentar ser lo que ya nunca serán los británicos, y menos aislados. Gran Bretaña acusa una grave inestabilidad interna y está siguiendo los pasos que la llevan a la decadencia económica y geopolítica. Las sacudidas llegan a EE UU.

El espíritu anglosajón está en el cromosoma de Estados Unidos, ya que los inspiró en el siglo XVIII. El origen de los problemas para la Unión Europea está en el fracaso „2004„ del proyecto de Constitución Europea. Varios países pertenecientes al club comunitario manifestaron su rechazo de forma explícita. Francia y Holanda, con su repudio plebiscitario, evitaron a Gran Bretaña tener que enseñar sus cartas con su reprobación, que estaba cantada. Fue el inicio de la desunión europea que se desató en los años previos a la crisis económica, iniciada en 2008, con la quiebra de Lehman Brothers y Merril Lynch, al más puro estilo anglosajón. El Reino Unido padece síndrome de insularidad, que en situaciones de crisis pudo salvarle de la invasión nazi en la II Guerra Mundial o le postra en la perplejidad con la salida insolente de las instituciones europeas en junio de 2016. Inglaterra languidece mientras la Unión Europea se tambalea. A medida que pasan los días, el goteo dimisionario de los inspiradores del desastre „los conservadores David Cameron y Boris Johnson, y el eurófobo Nigel Farage (UKIP)„ augura un final siniestro. El estéril asesinato en Londres de la diputada laborista proeuropea Jo Cox anunció que la confrontación irresponsable provoca trágicas consecuencias.

Corremos el peligro de demonizar al 48 % de nuestros hermanos ingleses por el mal paso del otro 52 %, que evidencia las contradicciones británicas. Son múltiples los lazos que unen al País Valenciano con el Reino Unido. Los valencianos en 1707 militamos en la alianza liderada por los Austrias que enfrentó a Francia con Gran Bretaña en la guerra de Sucesión. Este conflicto acabó con la fulminación de los Furs del Regne de València, a manos del borbón Felipe V con los Decretos de Nueva Planta, de los que se cumple el tercer centenario de su consumación, en junio de 2016. El primer envío comercial de naranjas para la exportación salió del puerto de Valencia hacia Liverpool en 1870, en un navío fletado por Josep Aguirre i Matiol, asociado a los comerciantes franceses hermanos Fourier, en una iniciativa floreciente que dio lugar a la mayor expansión exportadora de la economía valenciana hacia los mercados europeos. Inglaterra, desde entonces fue el principal receptor, no solo de cítricos, sino también de vino, cebollas, tomates, melones y patatas procedentes de los campos valencianos. Ahora encabeza la lista de los más importantes proveedores y clientes del comercio exterior de la Comunitat Valenciana. En Dénia, reducto austracista, quedan vestigios de un cementerio inglés que albergó a las víctimas de un naufragio y los restos de los británicos que fallecieron en la Marina Alta donde estaban afincados como promotores del comercio de la pasa.

Se puso en funcionamiento una extensa red de distribuidores, representantes, exportadores, y asentadores en los mercados de Gran Bretaña, para comercializar productos españoles. Sus núcleos operativos estuvieron situados en los mercados mayoristas y en la Cámara de Comercio hispano-británica en Londres, en su sede histórica de Cavendish Square. Esta actividad, que merece reconocimiento y atención histórica, derivó en realidades destacadas de la compenetración anglo-valenciana de la magnitud de la Fundación Cañada Blanch con sede en Valencia y Londres, promotora de iniciativas investigadoras „en cooperación con el hispanista Paul Preston„ universitarias, docentes, editoriales, sociales y culturales. La impresionante sala de venta al martillo de la Asociación de Corredores de fruta de Liverpool „en Temple Court, junto al mítico club The Cavern donde se iniciaron los Beatles„ era lo más parecido al hemiciclo de un Parlamento, donde además de subastas mecanizadas se celebraban solemnes sesiones plenarias y homenajes póstumos.

El riesgo más preocupante del brexit es el posible contagio a otros países como Holanda, Hungría, Suecia, Austria, Alemania, Polonia, Dinamarca o Francia. El precedente británico, que nadie sabe en qué ni cómo terminará, determina el futuro de la Unión Europea. ¿Qué diría sobre este desafío Joan Lluís Vives, judío perseguido por la Inquisición, amigo de Erasmo de Rotterdam, nuestro europeísta valenciano más preclaro que triunfó en la corte inglesa? Somos europeos y, por tanto, probritánicos.