Todas las mañanas, o casi todas, y mientras me lo pueda permitir, tengo la particular costumbre de aterrizar en una cafetería a tomarme un café, en solitario por favor, mientras leo o pienso o divago por mi planeta privado, íntimo e incompartible.

Y todas esas mañanas ocurre lo mismo. Pasa un chica, de aspecto lastimero, flaca, mal vestida, pobre, algo vulgar, que empuja a su hijita en el cochecito. Todas esas mañanas se para en la terraza de esa cafetería donde yo tomo mi café mientras leo, en solitario por favor. Y todas esas mañanas mete una moneda de un euro en la maquinita de las bolas, esas bolas transparentes de plástico que llevan un juguetito dentro. Para su niña.

Me causa cierta impresión. Relativa impresión, pues yo también soy madre, y sé perfectamente todo lo que nos quitamos de la vida para que a nuestros hijos no les falte nada, ni el juguete.

Esa chica, aún joven, parece que se vaya a ir, o a salir, a una casa semivacía, sucia, pobre, donde apenas hay para comer. Que quizá esté sola con su niña, o que quizá tenga una pareja sin trabajo que a duras penas las pueda cuidar. Ella siempre sonríe, mete la moneda y con todo su amor le da la bola a la pequeña. Esa chica de todas las mañanas, es española. Cada día veo a más mujeres parecidas a esa chica, con mejor o peor fortuna, españolas.

Estuve viendo durante algún tiempo a una mujer, no muchos más de 40 años, sentada a los pies de una caseta de la ONCE, pidiendo limosna, con la mirada al frente, en silencio atroz, sin cartel de ayuda, sin vociferar, en silencio absoluto esperando una ayuda. Éste es el panorama, cada vez más abundante, que podemos ver por las calles de España, españoles caídos en desgracia, pidiendo en silencio.

Y luego está el panorama de siempre, extranjeros venidos al país gritando a más no poder que les den dinero. ¿Por quién vamos a llorar ahora? El mundo es amplio, aunque quizá no lo suficiente. Deberíamos tener todos las mismas oportunidades, pero no las tenemos, y nunca las tendremos. Hoy es así, ayer fue asá y mañana será vete a saber. Y quien más puede hacer, menos hace.